Una rebanada de luz para celebrar una década del Museo Jumex

Publicado: 28 diciembre 2023 a las 8:00 pm

Categorías: Arte y cultura / Museos

[responsivevoice_button buttontext=”Escuchar la noticia” voice=”Spanish Latin American Female”]

Por Carlos Rodríguez

El Museo Jumex celebra su primer decenio con Todo se vuelve más ligero, una muestra extraordinaria, inspirada por un poema de John Giorno, que apuesta por la ligereza como forma de sedición o levantamiento con obras de James Turrell, Gabriel Orozco y Leonor Antunes. La exposición estará abierta hasta el 11 de febrero 2024.

Podría parecer una contradicción e incluso una frase provocadora en el momento de crisis actual: Todo se vuelve más ligero, título de la exposición con la que el Museo Jumex celebra una década, es en primer lugar un poema de John Giorno. Uno puede preguntarse y reclamar ¿cómo es posible sostener que todo se vuelve más ligero en el mundo de ahora? Los núcleos expositivos de la muestra, que se conforma de obras de la colección Jumex, narran una transformación que efectivamente tiende a aligerarse, como si de lo sólido se pasara a lo gaseoso, una dramaturgia portentosa para el festejo de uno de los museos que transformó el panorama del arte contemporáneo en México —el otro es el MUAC, que, afortunada coincidencia, también está de fiesta por sus quince años— no sólo a través de exposiciones sino de apoyos; prácticamente todos los artistas mexicanos reconocidos en el extranjero han sido becados por la institución.

Vistas de la exposición Colección Jumex: Todo se vuelve más ligero. Museo Jumex, 2023. Fotografías de: Ramiro Chaves. Cortesía de: Museo Jumex

Para explicar la tesis de la curadora invitada Lisa Phillips, que dirige el New Museum of Contemporary Art de Nueva York, conviene acudir al filósofo francés Georges Didi-Humberman. En Désirer désobéir. Ce qui nous soulève, 1 (2019), el teórico retoma El fondo del aire es rojo —ensayo fílmico de Chris Marker de 1977, que a su vez echa mano de secuencias de El acorazado Potemkin de Eisenstein (1925), especialmente la de la sábana blanca que el oficial pone encima de los marineros antes de fusilarlos. Para Didi-Huberman el gesto de la ingravidez es alegórico y una metáfora recurrente en la historia del arte:

Entre el sudario y la sábana, la sábana y la bandera, la bandera y el jirón, es como si la tempestad de las revueltas encontrara su emblema más claro en el levantamiento de todas las superficies. El mismo Eisenstein estableció una relación directa entre la idea de la sublevación política y el alzamiento físico de las superficies, citando —como las premisas iconográficas de su propio Potemkin— la bandera revolucionaria asociada al vestido en movimiento que desnuda el seno de La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix, estrategia figurativa pensada en sí misma como una “sucesión” de la desesperanza expresada por Géricault en La balsa de la medusa, con su vela insignificante y trágica.

Ese mismo alzamiento se encuentra en la fotografía de Gabriel Orozco Paracaídas en Islandia (1996), emblema de la exposición en impresos, que muestra la tela del artefacto en el instante en que se expande, inflándose, momento y posibilidad de aligerarse, potencia de la sublevación, de ahí la acertada indirecta de Giorno: al volverse todo más ligero, el levantamiento es eventual.

Hay que subir para bajar: el recorrido de Todo se vuelve más ligero comienza en la galería 3 del Jumex donde domina la sala el armatoste de palos, tablas y tambos llenos de concreto que pende del techo titulado Autorretrato colgado/pendiente, contradictorio, inestable y gentrificado, oliendo a malta, atascado en el tránsito, con ganas de cagar desde hace un rato, escuchando a Martha Debayle, al día siguiente habiendo leído ‘Campo de guerra’ de Sergio González Rodríguez, intentando escapar de la mística de la eficiencia y la competitividad, sin señal en el celular, y soñando con devorar una jugosa papaya siguiendo el ritmo de ‘Demolición’ de Los Saicos (2014) de Abraham Cruzvillegas. Esto es muy importante porque cuando el visitante baje y entre a la instalación de James Turrell, efectivamente se sentirá aliviado, ya sin el peso de las obras que vio con anterioridad. En esta sala conviven piezas que incluso compiten por el protagonismo. Por ejemplo Valla de seguridad (2005-2007) de Liza Lou, una enorme alambrada de acero que remite al cerco controlado como prisión. La ironía de los materiales industriales, pesados y casi imposibles de manipular, está en una obra capital del arte pop y el minimalismo, Ivory Joe (1974-1977) de John Chamberlain, que consiste en la chatarra escultórica de autopartes prensadas que alude directamente a choques y accidentes. Aquí se compite por tamaños. Casi a la entrada de la galería, una enorme obra indescifrable y poética de Cy Twombly; a la salida, una formidable colección de ocho imágenes de Félix González-Torres que ya juega con la ligereza, que tiende a ser efímera: son fotografías de huellas en la arena de inicios de los años 1990. Su inevitable borramiento y la imposibilidad de asirlas, tan sólo el ensayo de capturarlas fotográficamente, recuerda al final de Morocco (1930) donde Marlene Dietrich deja sus zapatillas en la arena del desierto y el espectador se aferra a ese vestigio; a ella, que desaparece tras las dunas, la pierde de vista para siempre. Sólo arena queda.

En inglés “light” es sustantivo y adjetivo, es “luz” y “ligero”. Esta rutilante palabra-bisagra une y permite la elevación. La luz es el color proyectado. Lo sabe Ugo Rondinone y su pieza escultórica Love Invents Us (1999), un letrero en forma de arco con letras de colores. La luz y la ligereza son símbolos universales de inspiración presentes en la música popular —las divas de la música la usan como forma de esperanza— e incluso en la poesía de calada experimentación de Giorno que al retomar su poema hizo un cuadro multicolor, una obviedad y a la vez un portentoso recordatorio: Everyone Gets Lighter (2015-2023). Situada en la Galería 2, esta obra se acompañan de piezas que le restan peso a la muestra como las extraordinarias composiciones colgantes de la creadora portuguesa Leonor Antunes, que retoma objetos como redes y cuerdas a la manera de la diseñadora Anni Albers; sus obras recuerdan la fuerza que emana de la ligereza de mecates y tendederos tan comunes en azoteas y casas. La ductilidad que se haya en Pie del conocimiento (1999), una escultura de lycra que recuerda las ramificaciones de órganos del cuerpo, del brasileño Ernesto Neto, hace pensar en la interconexión de todas las cosas, en el estiramiento de los cuerpos, puentes, conductos de paso, en el tránsito y pasaje para llegar de un lado a otro; es posible deducir todo eso porque las obras de Neto de aquel periodo estaban pensadas para que los visitantes entraran en ellas.

“Al que se acuesta con luz, aunque le apaguen la vela”, dice bien el refrán porque al ampararse en la luz la calma llega. Ya en la Galería 1, el espectador se interna en un túnel de oscuridad total, solamente guiado por sus manos en contacto con la pared hasta llegar a Spenta Mainyu (2019), la instalación de James Turrell donde la luz traza líneas, crea profundidad y en definitiva afecta el ánimo y la consciencia al crear un espacio parentético, aislado y que sin embargo logra suscitar un sentimiento de vínculo. Hace falta permanecer varios minutos dentro de la pieza para que la vista se acostumbre y descubra la presencia espacial y arquitectónica de la luz, su callada poesía. Es el final apoteósico de Todo se vuelve más ligero, casi una experiencia mística en la que hay una suspensión, una especie de flotamiento, la elevación que sugiere Didi-Huberman. Vivencial y terapéutica, la obra de Turrell termina por convencernos de que la luz pesa lo mismo que una ilusión, sin la cual es imposible continuar.

Hay que caer, hay que soltarse y caer como ensayo de elevamiento. Esta expresión condensa bien la muestra. Es lo que se ve, por último, en la fotografía Caída libre (orgánica), Amsterdamnse Bos, Holanda (1971-1994) de Bas Jan Ader. El tono tragicómico, pero sobre todo liberador del artista neerlandés que en la imagen está congelado al momento de saltar de un árbol, es una manera de rendirse ante la gravedad —tanto física como figurada— y también ante el inevitable fracaso. Aligerar la caída.

Fuente:

Una rebanada de luz para celebrar una década del Museo Jumex