Segunda Parte: REFLEXIONES PROBLEMATIZADORAS SOBRE LA HUMANIDAD QUE VIENE Hacia un cambio en los modos de pensar

Publicado: 3 julio 2020 a las 3:00 pm

Categorías: Artículos

Por: Dr. Alex Fergusson.

Facultad de Ciencias. Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela.

SEGUNDA PARTE. Problemas derivados de la crisis del Modelo Civilizacional instalado en el mundo. La base epistémica de los modos de pensar.

 Los abundantes diagnósticos de la crisis en el mundo dan cuenta de múltiples dimensiones en donde se constata la inviabilidad de un modelo civilizacional que no  se corresponde más con  las expectativas de los nuevos actores que emergen en la escena, con las nuevas condiciones de la <sociedad del conocimiento o de la información>, con las nuevas exigencias de una mundialización que opera como proceso expansivo y demoledor en relación con las  prácticas y discursos tradicionales.(4)

Todo ello está apuntando a un ámbito que  suele permanecer en la opacidad: los sistemas de representación cognitivos –las formas de concebir, producir y reproducir los conocimientos-, los mapas epistémicos –las categorías, paradigmas y metódicas en uso-, que  sirven de comandos para la reflexividad –los modos específicos de concebir el conocimiento, su organización y sus procesos de generación y difusión-, los paradigmas que funcionan como supuestos previos, en los análisis, interpretaciones y prácticas de todo género.

El debate que proponemos arrastra inevitablemente estas implicaciones. Las interpelaciones intelectuales y la confrontación de tesis están impregnadas de los basamentos epistemológicos que las fundamentan, pero que no siempre se explicitan. Muchos contenidos de enfoques e interpretaciones sobre la realidad –comenzando por lo que se entiende como realidad- provienen directamente de emplazamientos paradigmáticos que le dan dirección y sentido a lo que se piensa y a los modos de pensar. Pero ello no aparece visiblemente en la agenda de debates. Incluso los analistas pueden no estar conscientes de estas implicaciones –sea por desconocimiento de estos intrincados entrelazamientos, sea por cálculo de conveniencia-.

Para que un enfoque teórico o una interpretación coyuntural cualquiera se hagan cargo de sus premisas epistemológicas hace falta recorrer un camino de reconstrucción para el cual el pensamiento ordinario no suele estar ni preparado ni dispuesto. Ello explica las dificultades con las que tropieza frecuentemente el reclamo de fundamentación en estos debates. En buena medida se deben a las conocidas simplificaciones que acompañan al pensamiento que prevalece en estos ambientes. Pero se debe, sobre manera, a la dificultad mayor para establecer las conexiones entre una apreciación y sus supuestos previos, entre una interpretación y su sostén oculto, entre una manera de analizar  los problemas y los instrumentos categoriales con los que se opera, es decir, la íntima conexión entre los modos de pensar y las maneras de entender lo que ocurre.

La línea maestra con la que trabajamos todos los temas, es justamente la de conectar los asuntos tratados -en sus variados componentes teóricos y empíricos- con la crisis civilizacional por la que atraviesa la humanidad; y en ese contexto poner en evidencia las múltiples implicaciones que tiene el hecho básico de una crisis epistemológica. Es esta una dimensión que no puede darse por sabida. No sólo por las repercusiones que tiene en los distintos ámbitos de las naciones, de las sociedades, de cada ser humano y sobre cada componente de la comunidad de vida con la que compartimos el planeta, sino por su impacto en lo que perfilemos como alternativa frente a crisis de los modelos culturales que funcionan en el mundo -el occidental moderno, el asiático milenario, el de los pueblos indígenas y originarios, el de los fanatismos religiosos, el de las mafias y corporaciones, el de los movimientos sociales y ambientalistas, etc.-.

La crisis de paradigmas que caracteriza al momento actual de la humanidad supone precisamente un cuestionamiento de las lógicas que han estado en la base de nuestra racionalidad –los saberes, creencias, referentes, valores y paradigmas con base a los cuales tomamos decisiones-. Por ello la crisis de paradigma impacta directamente en el centro mismo de los modos de hacer y pensar y en las formas de producir y reproducir esa lógica. El núcleo  más sensible de la crisis mundial es justamente el que proviene de la crisis de la episteme tradicional en la que se funda todo su quehacer, si es que queremos comprender la naturaleza de la situación actual, y sobre manera, para encarar de otro modo el diseño de propuestas alternativas frente al colapso que se aproxima.

La tesis que se desprende de este enfoque aparece en toda su densidad: sin cambio en los modos de pensar no hay cambio civilizacional. He allí la conexión que coloca en la agenda el problema epistemológico como un requerimiento interno del propio proceso de refundación de la idea misma de humanidad. No se trata ya de una meta-reflexión que se coloca al exterior de los asuntos en debates como una apelación filosófica sin consecuencias. Al contrario,  la pregunta por los modos de pensar aparece nítidamente como un vector constitutivo de la posibilidad de transformación de un espacio discursivo y de un entramado institucional que no puede ser reformado sólo con operaciones administrativas.

Pensar el futuro de la humanidad pasa entonces por colocar la cuestión de los modelos cognitivos en el centro del debate. Ello implica hacerse cargo de los problemas de la crisis de la racionalidad que ha fundado las formas de pensar en el largo trayecto de la Modernidad, pues resulta claro que una parte importante de su agotamiento histórico alude justamente a los límites de su propia episteme, es decir, a la implosión de un complejo paradigmático que modeló durante siglos los modos de pensar, y con ello, los modos de hacer, de vivir, de enseñar y de formarse.

Así pues, el tema de los modos de pensar y de la crítica al modelo civilizacional que los alimenta es como un componente sustantivo de cualquier propuesta alternativa a los procesos de cambio en el mundo.

Desde luego, este planteamiento no debe ser asumido mecánicamente como algo  que va <primero> respecto a los procesos puntuales de cambio en cualquier nivel.  El asunto consiste justamente en la necesidad de plantear la problemática de fondo de los modos de pensar como formando parte de las preocupaciones centrales a la hora de visualizar todos y cada uno de los temas que conformen la agenda que queremos construir. De esa manera se resguarda apropiadamente el nivel y la pertinencia en los que debe abordarse el debate epistemológico de cara a las concepciones específicas de cada tema.

Explicitar en cada tema la esfera epistemológica no sólo ayuda a la comprensión de los planteamientos y a la facilitación de los debates en curso sino que es ella misma una  poderosa palanca intelectual que densifica las estrategias de transformación, los sistemas de alianzas, los programas de transformación en cada escenario singular, pues en el terreno de las mentalidades, de los hábitos instalados, de las tradiciones intelectuales convencionales se concentran poderosos obstáculos frente a los procesos de generación de propuestas para la transformación cultural a la que aspiramos.

A manera de ejemplo, la crisis de la potente noción de <progreso> y el consiguiente cuestionamiento de las bases mismas de la ideología del <desarrollo> desencadenaron  una gran conmoción en los cimientos sobre los cuales se estructuró una visión del mundo que daba por supuesto…el incesante bienestar de la humanidad mediante la acumulación de las experticias técnicas que permitieran ejercer un completo dominio sobre la naturaleza y el crecimiento sostenido de la producción y el consumo como indicador del éxito personal y social.

Esta visión—quintaesencia de la racionalidad instrumental en los siglos XIX y XX—fue progresivamente tensionada por el fracaso planetario de las ilusiones del progreso. Emergió una creciente conciencia mundial del contenido eco-depredador inscrito en la propia lógica de los patrones tecnológicos imperantes y en la racionalidad constitutiva de los modelos de desarrollo. Una ecología política de gran aliento -cultivada en el mundo desde horizontes intelectuales muy diversos- mostró la inviabilidad de una civilización fundada en la presunción antropocéntrica de la superioridad técnica de los hombres frente a una idea fantasmática de <naturaleza> –ese espacio desconocido, plagado de peligros y fuerzas ciegas que el hombre debe dominar, fuente infinita de recursos y deposito inagotable de desperdicios.

Este tipo de fenómenos ilustra el giro cultural al que nos enfrentamos en medio de una crisis civilizacional. Todas las variantes de los movimientos ambientalistas en el mundo, la eclosión del género como una nueva consciencia intersubjetiva que conmueve las categorías tradicionales de <lo masculino> y <lo femenino>; la eclosión de una masiva revuelta cultural protagonizada, sobre manera, por el mundo de los jóvenes que irrumpen  en el espacio estético de la vida urbana de un modo irreversiblemente irreverente; el eclipse del espacio público que replantea en su raíz la idea de lo político -las nociones de <representación>, <identidad> o <participación>- la transfiguración acelerada del mundo del <trabajo> que pone en escena, no sólo una nueva naturaleza en los modos de producir, sino la aparición de nuevas competencias, equipamientos y dispositivos que remueven la vieja imagen del <trabajador>; la entronización de los procesos de mundialización que replantea un nuevo mapa para la especialidad de los vínculos entre  la gente y un nuevo ritmo para la vivencia de <la realidad>, en fin, la virtualización creciente de todos los tejidos sociales por vía de la implantación de las nuevas tecnologías, son algunos síntomas elocuentes de un cambio epocal que interpela de una manera insoslayable el modelo en el que se fundó el mundo que hemos heredado.

La tesis que sostenemos es que este modelo cultural heredado de la Modernidad no puede hacerse cargo de las expectativas de los nuevos actores que pueblan la escena  mundial. Esa es probablemente la más contundente asimetría que se ha producido con los ritmos y sentidos de la cultura que emerge y la vieja que sobrevive a duras penas. Todos los intentos de adaptación funcional de estas dos culturas terminan en combinaciones pragmáticas de cortísimo aliento -como nos ha mostrado el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela y sus secuelas en la amada España.

 

(3) Este texto es un ejercicio intelectual que toma elementos de nuestra actividad docente de Pre y Postgrado en la Facultad de Ciencias-UCV y el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES-UCV), así como de un trabajo previo a cuatro manos, acompañado de Rigoberto Lanz. En este ámbito, constituye un intento de reavivar el debate urgente y necesario, acerca de la ciencia, la tecnología, la educación, la diversidad biológica y cultural, la ética y otros temas, es decir, sobre los modos de pensar la situación actual de la humanidad, así como sus futuros posibles.

(4) Lanz, Rigoberto. 1992. Cuando Todo se Derrumba. Crítica de la razón Ilustrada. Edit. Trópycos. Caracas.