Publicado: 1 noviembre 2021 a las 8:00 pm
Categorías: Artículos
Por Eduardo Aranda-Bricaire
Alrededor del año 1984 leí en la prestigiada Revista Ciencia y Desarrollo —publicada a la sazón por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología— un artículo sobre el famoso problema de las ocho reinas sobre un tablero de ajedrez. Aunque el enfoque escapaba a las herramientas del chamaco de 16 o 17 años que era yo entonces, capté que el asunto podía ser resuelto fácilmente por un programa de computadora. Mi padre ya había muerto, pero gracias al empeño de mi madre por hacerme un hombre de bien, contaba con una computadora Timex Sinclair 1000. Escribí a los editores —sí, por correo terrestre ordinario: por anacrónico que parezca aún no existía el internet— mis apuntes y resultados. Al cabo de cuatro meses de incertidumbre, tuve la primera respuesta a una contribución científica de mi vida: el editor de Ciencia y Desarrollo consideró que mis comentarios eran dignos de ser publicados en la sección de correspondencia general. Creo, sinceramente, que mi vida tuvo un cambio pendular en ese momento. Descubrí que mis ideas, si eran formuladas de forma cuidadosa y con respeto, eran objeto de interés por terceras personas. Descubrí un nuevo mundo.
En los años subsecuentes, seguí religiosamente todos los números de Ciencia y Desarrollo que llegaban a Pachuca; lamentablemente, no todos alcanzaban los quioscos de revistas. Sin embargo, aquel pequeño acontecimiento me había abierto las puertas al deseo de leer e investigar. Junto con mi amigo Solís (ex-alumno de Centro de Investigación y Estudios Avanzados del IPN y gran físico) me convertí en asiduo visitante de la biblioteca de nuestra Alma Mater: el Instituto Tecnológico de Pachuca, el número veinte de la república, al grado que nos dieron acceso especial al acervo para no interrumpir a los bibliotecarios que daban atención a los chavos que sólo querían sacar sus libros de Schaum, Leithold o Resnick para conocer sus ejercicios de tarea. Aún en la pequeña Pachuca del siglo pasado, no toda la gente se contentaba con las explicaciones de los maestros. Me recuerda el descubrimiento del hielo en Macondo. Existen personas que siempre quieren ir más allá. Todo nos intriga, y buscamos explicaciones: fuimos investigadores en ciernes.
La revista Ciencia y Desarrollo se publicó durante 44 años, entre 1975 y 2019, con una periodicidad que alcanzó su máxima frecuencia de 2006 a 2009, con doce ejemplares al año. En esos años que ahora se califican de “conservadores”, la revista alcanzó su máximo auge. Después, sin embargo, vinieron periodos de austeridad. En 2018 la periodicidad se redujo a seis números anuales, en 2019 siguió en seis y para 2020 había desaparecido. La imagen es clara, pero no quiero dejar de mencionarla: en el régimen “de izquierda” o “liberal”, una excelente publicación, sin ningún viso comercial, ha sido eliminada.
Durante los años que dicha revista fue publicada, por supuesto, siempre tuvo certificado de licitud y el número de ISSN 0185-0008, identificador necesario para que una publicación científica sea reconocida internacionalmente. Entre sus excelentísimos colaboradores han pasado las plumas de científicos mexicanos como Miguel José Yacamán, Ana María Cetto Kramis, Renan Arcadio Poveda Ricalde, José Sarukhán Kermez y Antonio Lazcano Araujo, así como de los divulgadores Luis Herrera Estrella, Ana María Sánchez Mora y Sergio de Régules, entre muchas y muchos otros. El archivo aún se puede consultar en internet. La revista Ciencia y Desarrollo fue un faro de luz para las personas que, en épocas anteriores a las comunicaciones electrónicas, deseábamos acceder al conocimiento. De alguna manera, era nuestro puente con la “verdadera” ciencia.
En un giro que puedo llamar en el mejor de los casos desafortunado y en el peor retrógrada, la Dra. Alvarez Buylla —directora de Conacyt— decidió que la revista Ciencia y Desarrollo no se publicaría más. El último ejemplar de la publicación fue el número 304, publicado a finales de 2019. Sin explicación alguna. Como si 44 años de historia no valieran nada.
La decisión de Álvarez-Buylla es incomprensible por diferentes razones. Primero, porque es una medida innecesaria; Álvarez-Buylla fue la última directora de Ciencia y Desarrollo, lo que implica que la funcionaria tenía a su disposición todos los elementos para hacer los cambios editoriales que considerara necesarios. Segundo, porque es inexplicable para cualquier editor o editora, de cualquier revista del mundo, tirar por la borda 44 años de historia. Tercero, porque una revista nueva, recién creada, difícilmente va a acercarse al impacto que tuvo Ciencia y Desarrollo.
En el lugar de esta publicación, Álvarez-Buylla ha decidido imponer un adefesio (malo por donde se le vea, como canta una canción de Zabaleta): La Revista Ciencias y Humanidades. Este giro editorial preocupa por muchas razones.
Supongamos que Álvarez-Buylla tenía un sesudo estudio en sus manos que sugería dar un cambio radical en la nueva publicación. Bueno, aquí las cosas se tornan no preocupantes sino catastróficas: la nueva publicación Ciencias y Humanidades no cuenta con ISSN. El resultado es que, según los criterios del propio Conacyt, quienes decidan participar en este nuevo experimento no podrán contar sus publicaciones en la revista como parte de sus currículums académicos. De hecho, el nuevo formato de curriculum vitae único (CVU) requerido por el Consejo no autoriza revistas que no tengan ISSN. ¿De qué se trata? ¿De darse patadas ellos solos? Más aún, haciendo a un lado el “detalle” del ISSN, vale la pena preguntarse, ¿quién designó a los editores de la nueva revista? Vamos, ni siquiera hay una página web donde se puedan consultar los procedimientos o quiénes son los editores asociados y cuáles son los mecanismo de publicación. No hay un formato unificado. Más bien parece un ejercicio para cumplir deseos o caprichos de alguien.
Si usted, querida o querido lector, tiene la paciencia de Job, puede autoinfligirse la penitencia de la presentación de la nueva publicación. Este experimento de revista parece de pronto un gran ejercicio sin sentido. Un grupito de señores(as) dicen que agradecen a la directora haberlos invitado a publicar un artículo; nadie menciona (faltaba más) cuáles fueron los criterios para invitarlos; nadie menciona (faltaba menos) quiénes fueron los evaluadores; nadie toca el rigor científico; es un ejercicio al más puro estilo Rey Sol: la ciencia soy yo. Por supuesto, nadie comenta ni las páginas, ni los lineamientos, ni los procedimientos, ni los evaluadores, ni el formato, ni la extensión, ni la expectativa de los artículos sometidos a esta nueva publicación.
Ahora bien, digamos que el nuevo giro era para darle una perspectiva diferente a la revista. Este argumento no resiste el menor análisis. Como ilustración, va una lista de algunos de los temas que la revista Ciencia y Desarrollo tuvo en los últimos años:
2019: Tratamiento de la obesidad: pasado, presente e investigación actual en México.
2018: Investigación científica para el bienestar.
2017: El cine y la narrativa audiovisual en México.
2016: Las matemáticas en nuestras vidas.
¿No se trata acaso del discurso del gobierno en curso? ¿No acaso la directora actual del Conacyt dedica bastante tiempo a hablar de la ciencia para el bienestar, del problema de la obesidad y del papel de las humanidades, entre otros temas?
No se puede entender el eliminar una revista tan exitosa, tan querida, tan entrañable como Ciencia y Desarrollo de otra manera que no sea una revancha hacia personas y pensadores que no comparten el discurso en boga. Lamento mucho lo que voy a escribir, pero esto es lo que Umberto Eco hubiera llamado oscurantismo: quememos todo, no importa, pero que los impuros no sobrevivan.
Llegado a este punto, espero haber convencido al paciente lector que la Revista Ciencias y Humanidades no es sólo una tontería, sino un capricho de la directora de Conacyt. Bueno, la cosa no acaba ahí. Lamentablemente resulta que esa revista . . . ¡Ya existía! Sí, así como usted lo lee. La Revista Ciencias y Humanidades se publica en Colombia desde 2015 y tiene el ISSN 2500-784X. Así, la “nueva” revista creada por el Conacyt difícilmente obtendrá un certificado de licitud, ya no se diga un ISSN, porque estos ya están asignados a otra revista. El resultado es que nunca podremos recibir el crédito correspondiente por nuestras publicaciones en la nueva revista. El Conacyt pasará a la historia como plagiario del nombre de una publicación que ya existe. Y usted y yo nos quedaremos sin Ciencia y Desarrollo.
No había ni hay razón lógica —ni desde la perspectiva histórica, ni editorial, ni de simple sentido común— para cancelar Ciencia y Desarrollo. Es un simple capricho por borrar cosas que fueron muy buenas y, por eso, causan escozor, porque a los nuevos numancios no les gusta. Vale decir, citando a los gladiadores de la antigüedad: Ave, Caesar, morituri te salutant.
*Investigador Titular del Departamento de Ingeniería Eléctrica del CIinvestav
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