Publicado: 5 agosto 2020 a las 9:00 pm
Categorías: Artículos
Por Javier Tourón
Llevo años dando vueltas a este asunto que parece que ahora viene a catalizarse por causas ajenas, pero bien reales, a lo educativo. No creo que la escuela tenga que cambiar por el COVID-19, la escuela (la Universidad también), los sistemas educativos tienen que cambiar porque el modelo en el que se basan está caducado hace tiempo. Que la situación pandémica podría actuar de catalizador de ese cambio, de acuerdo. Pero la razón es mucho más de fondo, para nada coyuntural. ¿Por qué? A mi juicio porque ya no se cumple con esa característica que todo sistema tiene que tener que es la funcionalidad. La Escuela tiene que servir a la sociedad y, por ello, debe lograr resultados que sean socialmente adecuados para responder a las necesidades de la misma. La funcionalidad exige, por tanto plantearse si los aprendizajes que promueven las instituciones educativas responden a las necesidades de los ciudadanos, a su formación intelectual, a su inserción laboral, etc.
El aprendizaje ya no se concibe como antaño; ya no basta saber, es preciso saber hacer y, más aún, es necesario reconocer que los resultados del aprendizaje deben abordar la adquisición de otras competencias como el planteamiento y la resolución de problemas, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo, la alfabetización digital, y tantas otras. Existen catálogos sobre esto pero, esencialmente, todos tienen que ver con estas dimensiones que se destacan en el aprendizaje profundo:
Hace un tiempo escribí una entrada en la que refería 11 modificaciones que deberían considerarse para crear una escuela mejor, que fue precedida de otra en la que reflexionaba sobre 8 puntos para re-pensarla. Algunos de esos puntos los abrevio ahora:
En plan esquemático, me atrevo a señalar, de acuerdo también con lo con lo anterior, que el sistema educativo que necesitamos podría venir inspirado en los ejes que señalo a continuación, que se conciben desde la perspectiva del rol del alumno y del profesor; es decir, desde un modelo centrado en el aprendiz, en el alumno, y no en el profesor.
Es seguro que se pueden incorporar muchas otras característica o peculiaridades al modelo de escuela (o de universidad) que queremos, pero también es cierto que estas serían, a mi juicio, críticas en ese enfoque. Dicho en otros términos, la ayuda que se debe proporcionar a los centros educativos, a sus profesores, para afrontar este “nuevo modelo”, deberían estar organizado en torno a esto ejes, si queremos que afronten esta transición necesaria, aunque venga impuesta por las circunstancias.
Fuente:
https://www.javiertouron.es/que-sistema-educativo-necesitamos/
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