Publicado: 13 junio 2021 a las 6:00 pm
Categorías: Artículos
Por Claudia S. Corichi
La educación en nuestro país, aunque gratuita y un derecho humano consagrado en la Constitución, está muy lejos de ser de calidad y suficiente para los estándares mínimos a nivel mundial.
México participa en la prueba PISA desde el año 2000, la última evaluación que se llevó a cabo fue en el 2018, la siguiente estaba programada para 2021, sin embargo, debido a la pandemia de COVID-19 se pospuso para 2022, esto implica que se deberían realizar pruebas de campo en este mismo año.
En un contexto en que México se encuentra en el penúltimo lugar de la OCDE y en 2018, los estudiantes mexicanos obtuvieron un puntaje bajo el promedio en lectura, matemáticas y ciencias. Solo el 1% de los estudiantes cuentan con un desempeño en los niveles de competencia más altos en al menos un área (promedio OCDE: 16%) y durante su participación en PISA ha mantenido un desempeño estable, que ha sido de un 35% de alumnos que no lograron aprendizajes suficientes en comparación con el promedio de los países de la OCDE, que es de 13%.
La educación en nuestro país, aunque gratuita y un derecho humano consagrado en la Constitución, está muy lejos de ser de calidad y suficiente para los estándares mínimos a nivel mundial.
Aunado a esto tenemos que, desde marzo de 2020, más de 25 millones de niñas, niños y adolescentes en educación básica se vieron forzados a transformar su método habitual de aprendizaje y pasar a uno digital y a distancia, para el cual definitivamente no estaba preparado. No es un secreto que México no cuenta con una infraestructura educativa eficiente y adecuada, mucho menos en comunidades rurales, cuando estas representan casi la mitad de todas las escuelas en nuestro país.
Son claros los rezagos de las escuelas en zonas urbanas, falta de infraestructura y servicios, pero en comunidades rurales además se suma que, debido a lo alejadas que se encuentran de algún centro urbano, deben buscar otras formas de operar, como lo son las escuelas multigrado, donde un docente debe dar clase a un grupo de diferentes niveles. Ha habido algunos intentos para implementar programas de digitalización, pero sin el éxito esperado, incluso hay unidades en donde no cuentan ni con televisores o pantallas para llevar a cabo la educación a distancia.
A más de un año del cierre de escuelas, los retos que enfrentamos para una reapertura son aún mayores, las escuelas se encuentran abandonadas y en malas condiciones y en los peores casos han sido saqueadas por dicho abandono, se requiere de un gran esfuerzo integral entre autoridades, maestros, alumnos y padres de familia para poder recuperar estos espacios y convertirlos en lugares dignos y adecuados para retomar clases.
La prueba PISA ha sido concebida como un recurso para ofrecer información abundante y detallada que permita a los países miembros adoptar las decisiones y políticas públicas necesarias para mejorar los niveles educativos y todo lo que esto implica.
El Coneval también nos da información y elementos objetivos que ayudan a corregir o mejorar políticas y programas que así lo requieren, ya que, con sus mediciones de pobreza multidimensional nos permite entender que la pobreza nos impide tener un desarrollo óptimo, negando el acceso a la educación, a los alimentos, a los servicios de salud, a una vivienda digna, a un empleo y a una justa distribución del ingreso.
Es deseable que pruebas como estas tengan una continuidad que nos permita tomar decisiones basadas en evidencia para superar, no solo esta crisis mundial, sino los rezagos que de por sí ya traíamos cargando, es por el bien de nuestras niñas, niños y adolescentes que representan el futuro.
Fuente:
https://politica.expansion.mx/voces/2021/06/13/columnainvitada-la-continuidad-de-la-prueba-pisa-en-mexico
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