Hoy sí me metí

Publicado: 19 septiembre 2020 a las 12:00 pm

Categorías: Cuentos

 

Por: Roselena Yduñate García Beltrán

Sarraute Educación

14:30 Estaba parada sin meterme con nadie, esperando una combi para irme a la universidad

14:40 Uno de estos transportes colectivos se detiene y le abordo, muy quitada de la pena.

Y ahí fue donde todo comenzó.

Para aquellos neófitos del salvaje transporte público mexicano, referiré que uno tiene que encaramarse posición araña en estos vehículos y maniobrar para no pisar a nadie, ni sentarse en la humanidad de alguna dama robustecida por años de chicharrones y gordas, o caer de bruces sobre las encantadoras piernas de algún mostachón mal encarado.

Hay que sortear bolsas, pies, cajas, carritos, en fin, una cantidad siniestra de obstáculos apilados en un espacio de un metro y medio más o menos. El caso es, que el asiento que está pegado al conductor de mi combi en cuestión estaba pomposamente abarcado por una joven de unos 20 años y como de unos 80 kilitos (ahí humildemente) Cuando me subí, la señorita no hizo ningún esfuerzo por facilitarme el paso que estaba obstruido por uno de sus muslotes de boxeador. Pero, como en mi otra vida fui contorsionista de circo, pues utilicé todas mis habilidades humanas y sobrehumanas para no pisar a la dulce flor. Y me acomodé oronda y plácidamente en el asiento de atrás, que es el que más me gusta porque no me andan despertando para pasar pasajes.

Una vez instalada procedí a hacer mi actividad favorita en las combis…meditar, o “pa” que me entiendan echarme un coyotito, hasta llegar a la siguiente parada, eso siempre me  da la sensación de que me teletransporto al destino deseado. No bien acababa de iniciar mi dormitación cuando la combi se detiene y una voz ya algo cascada por la edad dice – ¿me das permiso de sentarme?

Escuché un gruñido y el ambiente comenzó a ponerse denso. La voz no fue amable pero tampoco grosera, lo que me hizo abrir mis ojazos tapatíos, fue la sensación de rabia que llenó el pequeño espacio. Y ahí estaban, eran Goliat y David, dos féminas encontradas por esos caprichos del destino, camino de colisión.

Desde su enormidad, la muchacha de los muslotes comenzó a mirar a la Señora con ojos de rayo láser, pero, yo creo que la señora tenía escudo anti laser pues no se desintegró y además, se la veía de lo más sonriente, sentada junto a la portezuela, en la ignorancia de los inocentes que no saben que ese día van a morir.

Y así, todo fue uno, la muchacha envalentonada comenzó a decirle que era una vieja abusiva, que ¿cómo se atrevía a moverla si ella traía falda? (la Señora y yo traíamos falda, pero a esta troglodita no le pareció relevante) la pequeña mujer la miraba con una sonrisa mientras trataba de procesar la bola de leperadas y gritos que le estaba impartiendo a destajo y sin miramientos la hija de King Kong.

Yo voltee a ver a todos como diciendo ¡y que! ¿nadie va a detener esta masacre?!!! y todos miraron para el techo como si la piadosísima madre celestial les mandara un mensaje de alienación y desapego de las cosas terrenales…

¡Entonces…! entonces… me metí.

Y que le pego un grito a la hermana de Tanos y que empiezo a regañarla diciéndole que ella no tenía por qué faltarle al respeto a una mujer mayor, que además, no le estaba haciendo el favor de cederle el lugar, que el lugar de la puerta es de los discapacitados y de los adultos mayores y que más valía que se comportara y tratara con respeto a la señora, mientras, ella me llenaba de majaderías y me gritaba

  • y !tú ¿qué te metes?

-! pues ya me metí!¿cómo ves?- le respondí levantándome de mi asiento con mis poderosos 46 kilitos y mi 1:58 de estatura

-!pues bájate y ahorita vas a ver!, la miré fijo a los ojos y le pregunté !qué! ¿me vas a pegar?

  • ¡Bájate, hija de tu …! me gritaba mientras el de la combi abría comedidamente la puerta. Y  la troglodita esta se incorporaba en todo su esplendor. Cuando vi el tamaño de semejante rinoceronte si pensé – Señor mío, en tus manos encomiendo mi espíritu, ¡¡¡¡porque esta me descuadra de un burrazo!!!! Pero, bien empleado el golpe si es por defender a alguien…

 

AQUÍ DEJO MI RELATO PORQUE YA ES LA UNA Y MEDIA DE LA MAÑANA Y MAÑANA HAY QUE TRABAJAR. SI QUIEREN SABER COMO FUE QUE CONSERVÉ LA VIDA, NO SE PIERDAN LA SEGUNDA ENTREGA DE ESTA ÉPICA ZAGA QUE ROMPIÓ CON MI COSTUMBRE DE ANDAR POR LA VIDA SIN METERME CON NADIE

 

En el capítulo anterior, dejamos a nuestra heroína (o sea yo) debatiéndose entre la vida y la muerte, a punto de abandonar su último bastión y entregarse a las enfurecidas manazas de la energúmena esa que seguía gritando: ¡Bájate, bájate! mientras se apeaba de un brinco (ahí si le valió la falda ¿verdad?)

Ya como cordero al matadero, me disponía a seguirla cuando, para mi sorpresa, el chofer cerró la puerta y se arrancó, mientras los pasajeros me agarraban y me decían -no se baje Sra. está loca, la va a golpear-

  • ¡Pero, es mi parada no voy a llegar a trabajar! – respondí mientras el chofer detenía la combi de nuevo y todos gritaban a coro -! ¡Ahí viene! – efectivamente, Doña Hulk, emulando a un tiranosaurio Rex al ver que la combi se había detenido, avanzaba velozmente hacía nuestro vehículo con los ojos encendidos de furia… me senté -Bueno, quizá sí deberíamos irnos- dije, justo cuando los bufidos siniestros me daban ya casi en la espalda. Al oír esto, el chofer arrancó el vehículo a toda prisa y avanzamos no sé unos 800 metros

  • Pero! espere! – grité-¿dónde me voy a bajar? ! no llego a trabajar!

El chofer detuvo la combi y todos volteamos por la ventana trasera para ver que el dinosaurio ya había reanudado la carrera con menos ímpetu, pero eso sí, con más furia… se hizo silencio… una Señora me tomó la mano y me dijo -la va a golpear-silencio y tensión

-! ¡Tienen razón! – les sonreí a todos

-me bajo en periférico y ahí tomo otra micro- sonrisa de aprobación colectiva.

En ese momento la juligan ya estaba de nuevo a mis espaldas, a escaso medio metro de la combi, lo suficientemente cerca como para que nos miráramos por última vez y yo le mandara un tronado beso con mi manita en medio de las caritas sonrientes de los pasajeros y le dijera ¡Adiosito!

Su cara queridos míos fue algo así (imagino) como la de Napoleón en Waterloo o Hitler en Rusia o mejor aún, la de Goliat cuando el pequeño David le asestó el golpe mortal en la frente. La habíamos hecho correr como dos kilómetro y solo para contemplar, desde su impotencia, como se esfumaba el enemigo ileso y sonriente. Está por demás decirles que fue…Hermoso.

Fuente del Cuento:

Sarraute Educación