Publicado: 9 julio 2025 a las 2:00 am
Categorías: Literatura
[responsivevoice_button buttontext="Escuchar la noticia" voice="Spanish
Latin American Female"]
Por Almudena Orellana
Durante siglos la historia ha sido escrita generalmente por los hombres y por los grupos vencedores, es decir, desde un punto de vista opresivo y patriarcal, pero en Hilos de vida (Capitán Swing, 2025) Clare Hunter (Escocia, 1950) propone otra forma de narrarla, a través de la aguja y el hilo, con el objetivo de resignificar el pasado y de devolver el espacio negado a sus protagonistas.
“El mero acto físico de unir telas, de crear texturas, de hacer algo sustancial a partir de restos desechados, constituye una metáfora reconfortante del crecimiento personal frente a la merma forzada del ser”, escribe la autora.
Así, realiza -a lo largo de las 323 páginas del libro- una relectura de la historia de los bordados y de las mujeres silenciadas en torno a ellos y rara vez reflejadas en los relatos oficiales, recuperando el valor de una técnica artística como símbolo de memoria, resistencia y expresión para aquellas que no tuvieron voz.
Vidas anónimas, reinas, obreras, mujeres presas, enfermas, racializadas…todas conformando una especie de homenaje colectivo a uno de los trabajos más duros e invisibilizados de nuestro pasado: la costura.
Y es que el bordado ha sido históricamente confinado al espacio doméstico, y por tanto, menospreciado por una cultura patriarcal que asoció lo valioso con lo público y lo visible con lo masculino.
Sin embargo, frente a esto, Hunter recuerda que lo doméstico no solo no fue un espacio menos político, sino que se trató de justo lo contrario: un espacio en el que muchas mujeres consiguieron dar con su estrategia de resiliencia para no romperse:
“Cuando las personas apenas han dejado registros de su vida, sus bordados tienen aún mayor importancia, al construir una mirada a su universo doméstico y social”, reza el libro de la ganadora del Premio Escocia Creativa de 2016.
Clare Hunter -autora de otros títulos como Embroidering Her Truth: Mary, Queen of Scots and the Language of Power– es también bordadora, comisaria textil y escritora, y considera que coser no fue nunca una actividad pasiva. Desde los tapices medievales hasta los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo, cada puntada fue un grito bordado en silencio, especialmente cuando las mujeres no podían hablar.
“Aunque se sabe que hubo varones en diversos talleres de bordados imperiales y eclesiásticos (…) eran sobre todo las mujeres quienes se encargaban de producir tejidos domésticos, tribales y ceremoniales. En muchas culturas tradicionales, los diseños de los bordados y los actos rituales relacionados con la costura se transmitían de mujer a mujer, estableciéndose así un vínculo entre madres e hijas, abuelas y nietas, a través del cual se perpetuaban los valores culturales y emocionales”, señala la artista comunitaria.
Por eso rescata múltiples historias en distintos escenarios, como las cárceles, los campos de concentración y de refugiados, los hospitales psiquiátricos o los conventos, todos lugares en los que la aguja permitió canalizar emociones y narrar lo innombrable -el duelo, el dolor, el trauma del exilio o la maternidad no deseada- bajo la continua invisibilización de su esfuerzo por buena parte de la sociedad.
Casos como el de la reina María Estuardo, el de una joven llamada Mary que bordaba en un reformatorio victoriano como forma de redención, o la historia del Tapiz de Bayeux, atribuido durante siglos a eclesiásticos y no a las numerosas manos femeninas que poblaban los conventos normandos de la época.
“María Estuardo era bordadora y no una mera aficionada. Su labor tenía un objetivo, era su agente. Se convirtió en su representante emocional y político en distintos países, en distintas épocas y de distinta forma. Las personas siempre han usado la costura para alzar la voz cuando han sido silenciadas y para hablar por quienes han perdido la palabra“, escribe Hunter en este fragmento sobre la reina María I de Escocia.
Según la curadora textil -durante los últimos treinta años-, el bordado ha sido siempre una forma de reclamar espacios y de sostenerse a flote en el mundo, ya fuese en la casa, en la historia o en la comunidad, y por ello cada tela cuenta una historia.
De este modo, Hunter nos guía por un viaje geográfico y temporal que incluye a esclavas afroamericanas, que preservaron su cultura cosiendo colchas con simbología ancestral, a refugiadas palestinas o a mujeres chinas que, privadas de una alfabetización mínima, inventaron un lenguaje secreto (y bordado) entre ellas llamado ‘Nüshu’.
A lo largo de los siglos, las labores textiles fueron relegadas a lo “doméstico” como algo menor y femenino, por lo que rara vez se les otorgó el estatus de arte o de discurso político que merecían, aunque esto es algo que la autora logra cambiar y resignificar en su libro. Porque bordar es crear, es pensar y es cuidar, pero también muchas veces es pura resistencia.
“Hasta la invención de la máquina de coser, la costura había sido una actividad practicada en compañía, en grupos. Sentadas con sus familias, las mujeres podían coser y conversar al mismo tiempo. La llegada de la máquina cambió el cómo y el dónde. La costura se convirtió en una ocupación solitaria dentro del hogar, una tarea silenciosa de las amas de casa o un arduo trabajo para las obreras, cuya conversación era imposible en medio de su traqueteo”, añade la escritora.
Los testimonios y las escenas que reconstruye Hilos de vida evidencian que el bordado no era solo algo decorativo, sino una forma de ser, estar y parecer. Un modo de registrar lo que no se llegaba a escribir en un mundo casi siempre hostil con las mujeres.
El libro Hilos de vida muestra, en definitiva, cómo el acto de coser ha sido para muchas mujeres una forma de sobrellevar el trauma, de narrarse sin necesidad de hablar. Como si cada puntada que se da fuese una meditación y una forma de sostenerse cuando lo demás se deshilacha.
Algo que Hunter sabe de primera mano, pues durante años impartió talleres en prisiones, hospitales y barrios marginales, convencida de que coser puede ser una valiosa herramienta para aquellas personas que necesitan consuelo, buscan su identidad o solo resisten, a pesar de todo.
Aunque la autora también nos recuerda que todas las mujeres no bordaron por placer y que muchas fueron obligadas a hacerlo como parte de un trabajo no remunerado, bajo control patriarcal o colonial, aún desde esa opresión supieron convertir el hilo en lenguaje propio.
“Todas esas horas de trabajo, todo ese despliegue de destreza y práctica, toda esa creatividad e imaginación femeninas descartadas como si no importasen. En ninguna parte se conjetura sobre la vida de las mujeres. No hay descripción alguna de sus condiciones de trabajo ni fascinación ante sus conocimientos expertos”, subraya en el libro la también finalista del Premio de Escritura Creativa Aesthetica.
Por ello es un relato tan poderoso, porque no está pensado solo para recordar a las mujeres que bordaron bajo diferentes circunstancias, sino para comunicar lo que significó hacerlo: el manifiesto de la existencia en cada puntada para permanecer en el mundo sin quedarse atrás.
Fuente: https://efeminista.com/hilos-vida-clare-hunter-bordado-resistencia/
Deja un comentario