El viaje en la narrativa chilena en el siglo XX

Publicado: 9 octubre 2020 a las 3:00 am

Categorías: Literatura

Por www.memoriachilena.gob.cl

El viaje ha sido un tópico recurrente en la narrativa universal. En la literatura decimonónica representaba la experiencia cúlmine de encuentro con lo desconocido, recubierta de un velo de romanticismo y marcada por la curiosidad ante lo exótico, tal como se aprecia en los escritos de los extranjeros que pasaron por Chile. En el siglo XX, en cambio, los autores han abordado el tema desde un punto de vista introspectivo, como una metáfora de la búsqueda interior: la escritura en viaje implica un tránsito y un peregrinaje, una nomadía, un destierro, un escape o una exploración. Es el espacio para entregarse a un proceso de aprendizaje, establecer un diálogo con otras culturas o, simplemente, rendirse al ocio.

Varios escritores y escritoras chilenos desarrollaron una escritura a partir de sus viajes, que plasmaron en distintos géneros. El tópico fue inaugurado en el siglo XX por Alberto Blest Gana en Los transplantados, donde retrató a chilenos adinerados que, establecidos en París, olvidan por completo sus raíces; sin duda una crítica a cierta aristocracia criolla que prefería evadirse de la realidad local en pos de un ideal ajeno. En la década de 1920, Pedro Prado publicó Alsino, cuya trama puede ser leída como la búsqueda de otras realidades. En 1924 Augusto d’Halmar publicó La sombra del humo en el espejo, la primera de sus tres novelas de viajes, en cuyo proceso de escritura se trasluce la reflexión sobre el individuo y sus posibilidades de conocimiento. Asimismo, entre los autores de la generación criollista -entre quienes destacan Mariano Latorre y Fernando Santiván- el motivo del viaje sirvió para reflejar el tránsito de la ciudad al paisaje rural (Morales, Leonidas. “La ciudad y el paisaje en la obra de Fernando Santiván”, p. 135).

Eduardo Thomas ha descrito el carácter simbólico del viaje en las novelas de los años treinta Ayer, de Juan Emar, y La amortajada, de María Luisa Bombal, como un “itinerario conducente a experiencias y conocimientos que transforman la relación del viajero con su existencia, devolviéndole un sentido y resacralizando su mundo” (“El tema del viaje en tres novelas chilenas contemporáneas”, p. 39). Por su parte, José Promis propone observar los “viajes síquicos” y la condición epifánica de estos en la que él llama “novela del fundamento”, en especial en la escritura de Manuel Rojas. El viaje, según Promis, fue una instancia narrativa propia de varias novelas de década del treinta, revelando una firme búsqueda interior por parte de los personajes, como sucede en Lanchas en la Bahía (“La novela del fundamento”, p. 100).

Temáticamente, es posible reconocer el concepto del viaje en la narrativa chilena sobre el exilio y en aquella que aborda la vida de los inmigrantes. Al analizar esta última, Rodrigo Cánovas observa de soslayo “almas migrantes” en Manuel Rojas, al tiempo que repara en los viajes erráticos de los personajes de Roberto Bolaño (“Voces inmigrantes en el relato chileno de árabes y judíos”, p. 75). El primero, presenta el viaje iniciático y existencial en las novelas Lanchas en la bahía (1932) e Hijo de ladrón (1951), mientras que el segundo desarrolla el tema en su narrativa que itinera por distintos escenarios en Los detectives salvajes, por París en Monsieur Pain (1999), por India en “El Ojo Silva” (2001) y por Roma en Una novelita lumpen. Estos dos últimos ejemplos forman parte de la variada gama de novelas recientes que desarrollan el tema del viaje.

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