Publicado: 26 septiembre 2025 a las 4:00 am
Categorías: Literatura
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Por Carmen Sigüenza
Narradora, ensayista y poeta española, Marta Sanz acaba de publicar el poemario Amarilla, y como siempre escrito desde la irrenunciable premisa de ‘lo personal es político’. De ahí que en él transite la autora desde dentro hacia fuera y viceversa.
“Efectivamente, Amarilla es un poemario escrito desde la contradicción política, desde la contradicción moral, desde los umbrales y desde la imposibilidad de separar las cosas terribles que están pasando en el mundo de nuestro estado de ánimo”, explica Sanz a Efeminista.
Mujeres desahuciadas que se suicidan, la enfermedad, Gaza, Ucrania, el cuerpo como elegía del paso del tiempo o el ruido de la vida... se cuelan por estas páginas cosidas con hilo de color amarillo, a veces con luz y brillo y y otras velado y agrio.
Pregunta.- ¿Cómo nace este libro?
Respuesta.- El libro probablemente nace de un momento de mi vida en el que yo estoy atravesando una experiencia elegíaca en dos sentidos. Por una parte, en cómo comprendemos la cultura, las narraciones, lo literario, lo lingüístico, en cómo estamos pasando del mundo analógico al digital, y que yo intento abordar de una manera que no sea apocalíptica. Pero sabiendo que nos esta afectando a personas como yo y que coincide con una experiencia muy intensa de la corporeidad. Bueno, pues que veo cómo me voy transformando.
Eso también coincide con que mi padre recae de una dolencia que tenía desde hacía tiempo. Se le empiezan a juntar un montón de cosas y yo me hago muy consciente de lo que es la fragilidad, la vulnerabilidad de los cuerpos. Y que, de alguna manera, tienes que hacerte responsable de las personas mayores y tomas conciencia de que dejas de ser hija.
Entonces es una confluencia de factores relacionados con lo cultural, lo político, lo social, lo vital. Y así surge el libro.
P.- ¿Y cuál es la metáfora del amarillo?
R:- Me interesan mucho las imágenes y me interesan mucho las palabras que están sintetizando emociones, sentimientos, incluso visiones del mundo antagónicas que, sin embargo, juntas tienen sentido.
Hay una cita de Scott Fitzgerald que tengo todo el rato metida en la cabeza. Fitzgerald decía algo así como que las inteligencias verdaderamente poderosas se caracterizaban por la capacidad para tener en la cabeza al mismo tiempo dos ideas diametralmente opuestas.
Para mí el amarillo es la posibilidad radical de la luz, del asombro, de la eclosión de la naturaleza, de la felicidad de las espigas del trigo, el ala de los canarios… Pero también de la intuición de la enfermedad, de las enfermedades hepáticas o el velo amarillito que te puede salir en el ojo. Yo creo que ahora me resume el amarillo chillón en este momento. Tengo una especie de estado de ánimo que definiría como melancolía eléctrica.
P-.- Se cruzan, como muchas veces en su obra, la interiorización, sus emociones con todo lo que nos rodea, que es absolutamente correoso y duro en este momento. En el libro está Gaza, las dos mujeres que se suicidan por un desahucio, el imperialismo… mezclado con sus experiencias personales, con su memoria…
R.- Amarilla es un poemario escrito desde la contradicción política, desde la contradicción moral, los umbrales y la imposibilidad de separar las cosas terribles que están pasando en el mundo de nuestro propio estado de ánimo. Hay una especie de pregunta mantenida a lo largo de todos los poemas, y es: ¿hasta qué punto tu peculiar carácter melancólico, tu hipersensibilidad puede estar ennegreciendo la visión del mundo o al revés?
Foto: La Bella Varsovia
P.- Es muy emocionante el poema del pájaro. ¿Cómo se sobrevive con el horror y el ruido exterior?
R.- El poema del nido en verano y su ‘pi, pi, pi’… es algo por lo que tú te sientes muy conmovida, te sientes muy tocada, y sabes coger al pajarito y cuidarlo. Pero luego te das cuenta de que más allá hay otro pajarito y que más allá hay otro pajarito, y que más allá hay otro pajarito. Y al final tienes que neutralizar a los pajaritos porque, si no, tú no puedes vivir entonces.
Quiero destacar que el relieve moral de neutralizar a todos los pajaritos es tremendo. Vivimos en una sociedad donde parece que la alegría es obligatoria, y a quienes señalan al pajarito que se ha caído del nido se las tacha de pejigueras, pesadas, transmisoras de acrimonia, personas que amargan la vida y no dejan vivir. Frente a ello, puede plantearse que quienes se olvidan de ese piar permanente para conservar su alegría son, en realidad, malas personas.
Y al final todas y todos terminamos siendo malas personas. De ese filo moral habla Amarilla. Esto ahora de Gaza, la impasibilidad europea, eso son nuestras propias contradicciones personales, cómo estamos tristes y cómo estamos cabreadas. Reaccionamos con todo lo que podemos; pero, al mismo tiempo, nos sentimos impotentes, y al mismo tiempo decimos: “Oye, es que, mira, tengo que reírme”. Pues eso es expresar estas contradicciones.
“Es necesario inmunizarse contra el chillido del pájaro que cae del nido en verano y se queda horas y horas piando en el alcorque hasta quemarse del todo. Es necesario inmunizarse porque Madrid se llena de chillidos en verano y detrás del primer chillido se detecta otro y unos pasos más allá otro y luego la sospecha de la tierra muerta se hace realidad en el cuerpo, concreto y despanzurrado, de un pajarito contra el asfalto o la tierra. Para sobrevivir es necesario perder el oído. Quedarse sorda. Sentirse muy mala gente”.
P.- El cuerpo es otro de los temas del libro y una de tus constantes en su obra…
R.- Las pulsiones y presencias del cuerpo, las agresiones y su vulnerabilidad. En este poemario muchas veces se transmite esa experiencia. A mí no me asusta la muerte. Lo que me asusta es que, llegados a la vejez, seamos seres desatendidos, obligados a padecer una muerte indigna o a soportar enfermedades insoportables. Por eso esas agresiones al cuerpo me parecen terribles.
Hay un poema en el que una mujer dice: “Yo, cuando sea mayor, quiero tener una rebeca, estar bien abrigada”. Eso es una metáfora del dolor, del abandono, del desamparo. Claro que sí, pero lo que señala concretamente es que cuando llegas a la vejez pasas frío.
Y pasas frío quizá porque estás desasistida, o porque no puedes pagar la factura de la luz. Me interesan esos poemas que, en el fondo y pese a todo, hablan de la factura de la luz y de nuestras condiciones materiales de vida. De cómo esas condiciones, que no son iguales para todo el mundo, se ceban contra la piel y el cuerpo de las personas más desprotegidas.
Hay quien puede pensar, por ejemplo, que he escrito este libro ahora porque ya no soy tan joven. Tampoco soy una persona mayor si se consideran los parámetros sociológicos. Pero la vejez ha estado siempre presente en mis obras. Desde Susana y los viejos ya aparecía la vejez. También en Persianas metálicas bajan de golpe, donde abundan los personajes mayores, “vintage”. Y en Black, Black, Black se habla de los pisos donde viven las personas mayores y de quienes intentan comprárselos.
Siempre ha sido un asunto que me preocupa mucho, y lo hace desde ese punto de vista físico. El bienestar material —el lugar donde vives, la capacidad de arroparte, de abrigarte, de estar bien cuidado— es político y es social. Y nos incumbe a todos.
P.-Y para hablar de todo esto utilizas la poesía, el lenguaje poético…
R.- Reflexionar sobre el lenguaje es mirar intensamente hacia las cosas pequeñas. En las novelas puede haber y de hecho hay mucha premeditación. Hay un trabajo estructural voluntario, documentación. Hay organización de materiales, hay disciplina. Muchas veces hay rigor en los poemarios o por lo menos en este poemario.
El lenguaje de la poesía es como una especie de burbuja protectora.
Fuente: https://efeminista.com/marta-sanz-amarilla-novela/
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