Publicado: 14 julio 2024 a las 4:00 pm
Categorías: Teatro
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Por: Esther Rebollo
No se ha tocado un ápice de la composición musical de Giacomo Puccini, tampoco del libreto de la Madama Butterfly que escribieron Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, la ópera estrenada por primera vez en La Scala de Milán, en 1904.
La obra magna que se representa este mes de julio en el Teatro Real de Madrid tan solo se ha adaptado al mundo en el que vivimos y el resultado es una de las miles de historias reales de pedofilia, turismo sexual y tráfico de menores que están a la orden del día en cualquier ciudad asiática, o de otros lugares del mundo.
La puesta en escena de Damiano Michieletto no deja indiferente y, por eso, ha estado marcada por la polémica el día de su estreno en Madrid.
El militar estadounidense Pinkerton de la versión clásica es ahora un consumidor de turismo sexual, un buen representante del colonialismo contemporáneo, uno de esos hombres que compran todo con dinero. Ahora se llaman puteros.
Cio Cio San, a la que deciden llamar Butterfly por su fragilidad e inocencia, es una niña de 15 años que termina vendida al cínico Pinkerton por un puñado de dólares para contraer matrimonio en medio de las mentiras: una boda bajo el rito japonés que permite repudiar a la esposa. Pinkerton tarda poco en abandonarla, pero la joven ya está embarazada. Cio Cio San cree en el amor romántico y su familia solo piensa en el dinero para salir de la miseria.
Pero se topan con la vieja tradición, representada por el tío Bonzo, quien no acepta el matrimonio con el extranjero y obliga a la familia y al entorno a repudiar también a la soñadora Cio Cio San. La niña-madre se queda sola, con la única compañía de Suzuki, su cuidadora y consejera. La sororidad…
No falta el bullying que hacen los niños del barrio al pequeño hijo, con mochila de colegio a la espalda, por ser diferente. La paliza que recibe es monumental.
Todo se desarrolla en un suburbio de Nagasaki, pero podría ser cualquier megaciudad asiática, cualquier meca del turismo sexual, donde reina la prostitución, los traficantes, gente que busca salir de la pobreza en medio de carteles de neón que publicitan productos occidentales, pero en una cultura que prevalece la tradición y el culto a los dioses. Esta ciudad evoca todos los males, donde las mujeres siempre están amenazadas.
El primer acto operístico comienza con una vitrina en la que están expuestas niñas y jóvenes, listas para ser prostituidas. El proxeneta que ofrece las mujeres a Pinkerton y sus amigos es Goro, el que vende a Madama Butterfly y luego a su hijo. Es un chulo en toda regla.
Al fondo se divisa un majestuoso escenario de luces y color que transmite melancolía al espectador.
La llegada de Pinkerton y sus amigos en un vehículo blanco, que toma posesión del escenario, es la muestra del poder de quienes arriban a esos lugares creyéndose los amos. Michieletto ofrece así una versión del colonialismo moderno. El cónsul estadounidense advierte de que esas cosas no están bien, se hace el moralista, pero protege a su amigo Pinkerton y no detiene la farsa. Todo como en la vida misma.
En palabras de Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, Cio Cio San está “rodeada de depredadores”.
La puesta en escena de Michieletto permite vislumbrar “las aristas más incómodas de la obra, logra que no haya refugio para quien quiera permanecer indiferente ante la brutalidad del tema que se aborda y, finalmente, consigue que una historia que suele contarse de manera previsible sorprenda por la modernidad y por su descarnada crueldad”, argumenta Matabosh.
Añade que en esta versión de Madama Butterfly “no hay nada inventado ni forzado, solo que nos hemos habituado a que quede discretamente oculto entre kimonos, biombos y gestos artificiosos de gran guiñol”.
Damiano Michieletto, director de escena y artífice del montaje, explica así su intención: “El factor esencial es contar todo el dolor que conduce al suicidio final, las alas cortadas de una mujer explotada por una sociedad que ella no está en absoluto preparada para comprender”.
Por todo eso, el estreno del 30 de junio terminó en abucheos y bronca en un Teatro Real hasta la bandera. Quizás esto ocurrió, como han argumentado expertos y críticos de Ópera, porque a los ortodoxos les faltaron los kimonos y no les gustó que el elegante teniente de la Marina de Estados Unidos ahora sea un putero con traje y corbata, probablemente un hombre de negocios.
También les pudo molestar una ambientación disruptiva dominada por anuncios de hamburguesas, bebidas alcohólicas y maquillajes, e imágenes de adolescentes en pantallas gigantes con gestos insinuadores, al más puro estilo TikTok.
Es posible que no vieran con buenos ojos a jóvenes vestidas con top de purpurina y puestas a la venta, ni los pantalones vaqueros de Butterfly. Tampoco les debió parecer correcto ver cómo apalean y luego roban al hijo de Cio Cio San, fruto de un amor tóxico.
Ya no hay entradas para quienes no las hayan adquirido con antelación o tengan abono, pero queda una Madama Butterfly para la historia porque, en los días sucesivos al estreno, el teatro se puso en pie y los aplausos duraron largos minutos.
La envolvente música de Puccini y la realidad del mundo actual expuesta por Michieletto pueden con todo.
Fuente: https://efeminista.com/turismo-sexual-trafico-menores-madama-butterfly-michieletto-teatro-real/
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