Publicado: 18 agosto 2025 a las 2:00 am
Categorías: Libros / Literatura
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Por Lucía Rubio Marcos
Buenos días, tristeza, la novela de culto que Françoise Sagan publicó en 1954 cuando apenas tenía 18 años, considerada una de las mejores narraciones sobre las pasiones y contradicciones juveniles, sigue resonando en las nuevas generaciones por su retrato despiadado del deseo, el poder, la soledad y la búsqueda de la identidad. Ahora reaparece con un nuevo diseño de cubierta, de la mano de Tusquets Editores.
Desde su publicación, Buenos días, tristeza –que comienza con estas líneas: “A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre, de tristeza”-, se convirtió en un fenómeno social y literario que obtuvo el Premio de los Críticos franceses y vendió más de 200.000 ejemplares en su primer año.
En 1958 la novela fue llevada al cine por el director Otto Preminger y, con traducciones a más de 22 idiomas, se consolidó como un referente en la literatura universal.
La historia, narrada por Cécile, una joven de 17 años de familia burguesa, explora con crudeza los conflictos familiares, la manipulación emocional y los dilemas existenciales desde la mirada transgresora y lúcida de una adolescente, cuyo tono provocador y directo generó un gran revuelo en la sociedad francesa de la época.
La historia transcurre en una villa en la Costa Azul, donde Cécile veranea con su padre, Raymond, un viudo mujeriego con quien tiene una relación de gran complicidad. Sin embargo, la tranquilidad se rompe con la llegada de Anne, una mujer culta y disciplinada que pronto se compromete con Raymond, lo que hace sentir a Cécile amenazada, y temerosa de perder su libertad y el vínculo con su padre, trama un plan para separarlos.
Lejos de ser un simple drama juvenil, la novela también funciona como una crítica a una clase social que vive guiada por el placer inmediato y el rechazo a la responsabilidad. El hedonismo de sus personajes refleja una visión materialista de la existencia, donde el deseo y la comodidad están por encima de cualquier principio ético.
“El amor al placer, a la felicidad, representa el único aspecto coherente de mi carácter”, confiesa Cécile.
Foto de Françoise Sagan. Cedida por Tusquets Editores.
Otro aspecto clave de la novela es su retrato descarnado del egoísmo. La narradora no solo admite sus celos, envidia y manipulación, sino que los justifica con naturalidad, a pesar de en ocasiones caer en el remordimiento.
“Las actitudes nobles siempre se me ocurren demasiado tarde”, lamenta la narradora.
Sin ocultar sus motivaciones, Cécile asume con frialdad cómo influye en quienes la rodean y cómo su deseo de mantener una vida sin responsabilidades la lleva a planear acciones vengativas y dolorosas.
Este retrato sin filtros de la pérdida de conciencia moral ante la búsqueda del placer marcó un giro en la literatura de su tiempo. Sagan reivindica una juventud que no busca la heroicidad, y convierte el rechazo a la seriedad y a la moralidad tradicional en parte central de la novela.
“Me daba mucho miedo morirme de aburrimiento”, expresa Cécile.
A raíz de la publicación de Bonjour tristesse (1954), Françoise Sagan (1935-2004), cuyo nombre real era Françoise Quoirez, se convirtió muy joven en una figura emblemática de la literatura francesa.
Su vida estuvo marcada por un contraste constante entre su brillante carrera literaria y su vida personal bohemia, llena de fiestas, escándalos y adicciones, lo que la convirtió en una figura polémica en una época dominada por la moral burguesa.
Fue autora de otras obras como Un certain sourire (1956) y Dans un mois, dans un an (1957), y además de novelas, publicó guiones y obras de teatro, entre las que destacó Château en Suède (1960), que le valió el prestigioso premio Brigadier.
Sagan también fue una voz crítica y comprometida, reconocida por su participación en causas humanitarias, como su oposición a la tortura durante la guerra de Argelia.
Aunque sus últimos años estuvieron marcados por problemas económicos y de salud, su legado literario permaneció intacto hasta su muerte en 2004 en Honfleur, a causa de una embolia pulmonar.
Foto de Françoise Sagan cedida por Tusquets Editores.
Buenos días, tristeza rompió con el pensamiento dominante de la posguerra, marcado por el existencialismo y la moral tradicional, y se convirtió en un símbolo para la juventud francesa de los años 50, que buscaba dejar atrás las heridas de la guerra y abrazar la modernidad.
Las opiniones de la narradora sobre el amor, el sexo y los códigos morales establecidos chocaban con los valores de su tiempo, al igual que su tono íntimo y melancólico, que expone el conflicto constante entre el deseo y la culpa, entre la búsqueda de la libertad y las normas sociales impuestas.
“Comprendí que estaba más dotada para besar a un chico al sol que para estudiar una carrera”, admite la protagonista.
Foto de 1995 de Françoise Sagan, acompañada de su perra Fouillis, en Barcelona. EFE/Toni Albir
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