Publicado: 15 agosto 2025 a las 12:00 am
Categorías: Artículos
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Latin American Female"]
Por Laura de Grado Alonso
Cuatro años después del regreso de los talibanes al poder en Afganistán, el 15 de agosto de 2021, las niñas afganas ya no van a la escuela ni juegan entre ellas, ahora son obligadas a casarse con hombres adultos cuando apenas tienen cinco, seis o siete años. El matrimonio infantil y forzado se ha disparado desde 2021, impulsado por la prohibición de la educación femenina, el desmantelamiento sistemático de los derechos de las mujeres y una profunda crisis económica que lleva a las familias a vender a sus hijas a cambio de una dote.
“Los matrimonios infantiles y forzados están aumentando en todo Afganistán. Desde el regreso de los talibanes en 2021, las niñas son obligadas a casarse a edades cada vez más tempranas y en mayor número. Algunas tienen apenas siete años; otras son bebés“, denuncia la presidenta y fundadora de la organización Too Young to Wed, Stephanie Sinclair.
En una encuesta realizada en febrero de 2024, el 70 % de las 2.799 mujeres encuestadas en once provincias de Afganistán reportó conocer al menos a una niña casada siendo menor de edad. En regiones como Daykundi, Farah y Nangarhar, esta cifra supera el 80 %. Este estudio fue llevado a cabo por la iniciativa Bishnaw-Wawra, de la entidad local Organization For Policy Research and Development Studies (DROPS).
Para profundizar en la crisis del matrimonio forzado, Efeminista ha hablado con la responsable de campañas sobre Afganistán en Amnistía Internacional (AI), Huria Samira Hamidi; con la presidenta y fundadora de Too Young to Wed (TYTW), Stephanie Sinclair; y con la directora ejecutiva de Organization For Policy Research and Development Studies (DROPS), Mariam Safi.
Las tres expertas coinciden en que la prohibición de la educación femenina es uno de los factores más determinantes en el aumento del matrimonio infantil.
“Cuando investigamos las causas detrás del aumento de los matrimonios infantiles, el primer factor que nos señalaron fue el cierre de las escuelas. Muchas familias nos decían: ‘Si las niñas no tienen nada que hacer, ni educación, ni posibilidades de trabajar, entonces lo mejor es que se casen y formen una familia’”, explica a Efeminista la directora ejecutiva de DROPS, Mariam Safi.
Unas 400.000 niñas no han podido acceder este año a la educación secundaria en Afganistán, lo que eleva el total de niñas excluidas del sistema escolar a 2,2 millones desde 2021, según cálculos de Unicef.
“Cuando una niña está en la escuela, se la ve como una estudiante con potencial y futuro. Pero cuando se le arrebata la educación, con demasiada frecuencia pasa a ser vista como una carga económica. Es entonces cuando las familias recurren al matrimonio infantil. Los talibanes no solo han apartado a las niñas de las aulas; les han arrebatado su última forma de protección“, relata Sinclair, y explica que las niñas son obligadas a casarse a edades cada vez más tempranas, incluso cuando son bebés.
Se trata de “una forma moderna de esclavitud donde el valor de las niñas se reduce a sus cuerpos: su fertilidad, su sexualidad y su trabajo no remunerado”.
Niñas afganasasisten a clase en una escuela primaria de Kandahar tras las vacaciones de verano. EFE/EPA/QUDRATULLAH RAZWAN
A la pérdida del derecho a estudiar se suma la eliminación total de los mecanismos de protección. Huria Samira Hamidi, desde Amnistía Internacional, advierte que “ya no existe un sistema legal ni estructuras que apoyen a las mujeres supervivientes de violencia de género o a las niñas obligadas a casarse”.
“Los talibanes desmantelaron la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, el Ministerio de Asuntos de la Mujer, y también las unidades de apoyo en el Ministerio del Interior y la Fiscalía General que antes asistían a las sobrevivientes”, critica.
En estos cuatro años los talibanes han impuesto una serie de restricciones que excluyen sistemáticamente a las mujeres de la vida pública y las despojan de todos sus derechos y libertades: han prohibido la educación secundaria y universitaria, el trabajo en ONGs, en la ONU y en la mayoría de sectores. También han impuesto el uso obligatorio del burka, prohibido la voz de las mujeres en público, restringido la movilidad sin tutor masculino y aplicado una estricta segregación por sexo.
“Sabemos que Afganistán atraviesa una crisis humanitaria muy grave. En muchos hogares, especialmente donde hay varias hijas, esto se vuelve una carga. Vimos muchos casos no solo de matrimonios forzados, sino incluso de venta de niñas”, subraya Mariam Safi, directora ejecutiva de DROPS.
Y advierte de que los casos de venta por dinero afectan principalmente a niñas muy pequeñas, “de cinco, seis o siete años”.
Una mujer afgana camina por una carretera en Kandahar, el 9 de julio de 2025. EFE/EPA/QUDRATULLAH RAZWAN
Al cierre de las escuelas y a la profunda crisis económica, se suma “el miedo de las familias a que sus hijas sean obligadas a casarse con combatientes talibanes”, explica la responsable de campañas sobre Afganistán en Amnistía Internacional.
“Hay muchos reportes en los medios y testimonios de mujeres desde dentro del país que dicen que los talibanes, por tener armas, poder e influencia, fuerzan a las familias a entregar a sus hijas en matrimonio. Entonces, para evitar eso, las familias optan por casar a sus hijas con cualquiera que lo pida, por miedo a que acaben con un talibán”, añade Hamidi.
Este fenómeno ha generado una dinámica en la que el matrimonio forzado es visto, paradójicamente, como un “mal menor” por muchas familias desesperadas.
Un caso que ha conmocionado al país es el de Abida, una joven de 20 años originaria de la provincia de Farah, que se prendió fuego en mayo de 2025 tras ser forzada a casarse con un combatiente talibán. Su suicidio, aunque desató una ola de indignación entre activistas de derechos humanos y organizaciones internacionales, “no tuvo impacto real en los talibanes, no asumieron responsabilidades“, explica Hamidi.
E incluso, lamenta la trabajadora de AI, la familia de Abida ahora enfrenta represalias por haber hablado con la prensa, lo que refleja el clima de intimidación y censura que impera bajo el régimen taliban.
Las tres expertas advierten de que el matrimonio forzado deja graves secuelas físicas y emocionales en las niñas.
Como señala Stephanie Sinclair, “las consecuencias son devastadoras. Estas niñas son violadas, golpeadas y obligadas a embarazos tempranos.“
“Las niñas que quedan embarazadas antes de los 15 años tienen cinco veces más probabilidades de morir en el parto que las mujeres de veinte años. Sus cuerpos jóvenes no están preparados para la gestación y muchas sufren lesiones graves, dolor crónico o incluso la muerte. Muchas quedan completamente aisladas, separadas de su familia y amistades. El impacto psicológico es enorme”, explica Sinclair.
Según el estudio The Mental Health Crisis Among Afghan Women and Girls (diciembre 2023), que encuestó a 2.112 mujeres a través de Bishnaw-Wawra, el 68 % de las participantes conocía a una mujer o niña que sufría algún problema de salud mental.
La depresión y la ansiedad son las condiciones más frecuentes, que afectan a más de 1,000 encuestadas. Además, la incidencia de suicidio y autolesiones es alarmante, 164 mujeres conocían a alguien que había intentado suicidarse en los últimos dos años y 261 conocían a personas que se autolesionan o se automedican para enfrentar su sufrimiento emocional.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió en agosto de 2023 que cerca de 1,6 millones de afganas con problemas de salud mental carecen de acceso a cualquier tipo de apoyo psicosocial, lo que las condena a una situación de abandono y vulnerabilidad extrema.
Foto de archivo. Niñas afganas llegan a clases en un centro educativo apoyado por el Consejo Noruego para Refugiados. (Afganistán, Niza) EFE/EPA/STRINGER
Frente a esta tragedia silenciosa que arranca la infancia de millones de niñas afganas, las especialistas consultadas coinciden en que la única vía posible para frenar el matrimonio forzado y restituir los derechos de las mujeres pasa por una presión internacional firme, coordinada y sostenida.
La activista afgana y trabajadora de AI, Huria Samira Hamidi, insiste en que “la comunidad internacional no puede darse el lujo de despriorizar a Afganistán solo porque no hay una guerra abierta”
“Debemos seguir hablando del tema y presionar a los gobiernos que tienen contacto con los talibanes para que los responsabilicen”,subraya.
En la misma linea, Mariam Safi, directora ejecutiva de DROPS, agrega que “el compromiso diplomático debe estar basado en los derechos humanos y no en intereses pragmáticos o económicos”.
“Ya estamos viendo fisuras dentro del propio régimen talibán. Hay un grupo que considera que estas leyes deberían eliminarse porque están bloqueando las relaciones internacionales, mientras que otro grupo quiere mantenerlas como forma de controlar a la sociedad. Eso es significativo, porque nunca antes se habían mostrado divisiones internas”, explica.
Además, hay señales alentadoras, dice, como las órdenes de arresto emitidas por el Tribunal Penal Internacional y el debate en Naciones Unidas sobre la calificación de esta situación como ‘apartheid de género’.
Por último, Safi destaca el papel vital de las organizaciones de la sociedad civil afgana, muchas de ellas trabajando en la clandestinidad, que luchan por mantener viva la resistencia pese a la represión. “Necesitan apoyo diplomático y que sus voces sean amplificadas. Esa es mi principal petición a los responsables políticos en España”, concluye.
Fuente: https://efeminista.com/matrimonio-forzado-futuro-ninas-afganas/
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