Lo verdaderamente preocupante es que, pese a esta evidencia, seguimos sin una estrategia clara, coherente y sostenida para revertir el rezago. El más reciente reportaje de la periodista Fernanda Matarrita, publicado este 3 de agosto en La Nación, expuso la magnitud del problema, que se circunscribe a que, en la mayoría de centros educativos, no da tiempo de cubrir todo el programa de Matemáticas. Temas fundamentales, como álgebra, suelen dejarse para el final del curso de octavo año, cuando ya no hay espacio ni condiciones para verlos con profundidad. Y allí comienzan a arrastrarse las carencias…
A eso se agrega un calendario lectivo fragmentado por feriados, pruebas nacionales, evaluaciones y actividades extracurriculares. Incluso en centros bien organizados, los docentes reconocen que el tiempo efectivo de clase es insuficiente. Como consecuencia, miles de estudiantes llegan a su último año de secundaria sin haber sido expuestos de forma real a conceptos fundamentales.
Basta con observar el caso de un estudiante que hoy cursa décimo año: cuando estaba en tercer grado, dejó de ver el 37% de los contenidos de números, el 14% de geometría, el 33% de medidas, el 22% de relaciones y álgebra, y el 31% de estadística y probabilidad. Cuando llegó a décimo año, no recibió cerca de una cuarta parte de los contenidos de relaciones y álgebra, como lo determinó Ricardo Poveda, subdirector de la Escuela de Matemáticas de la Universidad Nacional (UNA) y participante en el proyecto que creó el nuevo programa de estudios de Matemática en Costa Rica y que está vigente desde el 2012.
Por eso, en 2023, la Universidad de Costa Rica prendió alarmas al revelar como una “catástrofe” el bajo rendimiento en Matemáticas de los estudiantes que les ingresaron ese año del colegio.
Estamos, desde primaria y secundaria, frente a vacíos que se arrastran durante años sin ser atendidos, y que, al no subsanarse a tiempo, se convierten en barreras insalvables para comprender conceptos más complejos.
Esta pérdida de aprendizajes básicos no solo compromete el rendimiento académico, sino que limita las oportunidades profesionales, la movilidad social y la competitividad del país. El pensamiento matemático es indispensable para todas las disciplinas, no solo para las ciencias exactas. Es esta competencia la que permite desarrollar capacidad de resolución de problemas, pensamiento crítico y razonamiento lógico. Quienes dominan estos procesos están mejor preparados para analizar información, tomar decisiones, evaluar riesgos y adaptarse a contextos cambiantes.
Incluso, el secretario general de la OCDE, Mathias Cormann, llamó la atención sobre las consecuencias: “Los adultos con mayores competencias en matemática tienen más probabilidades de trabajar, de ganar un salario más alto y de disfrutar de mejor salud y satisfacción con su vida que los menos dotados de estas competencias”, dijo en diciembre pasado. Y añadió que ahora que la tecnología está redefiniendo muchos empleos, estas competencias son más importantes para encarar el mundo laboral: “Invirtiendo en competencias, los Gobiernos fomentarán la resiliencia e inclusión de los trabajadores, lo que redundará en una prosperidad sostenible para todos”.
El Foro Económico Mundial coincide con esta visión al señalar que al menos ocho de los diez empleos con mayor crecimiento en el mundo están relacionados con ciencia, tecnología, ingenierías y matemáticas (conocidas como disciplinas STEM). En los próximos años, la economía digital y la economía verde crearán más de seis millones de empleos a nivel global. Costa Rica no puede marginarse de esta transformación por no haber hecho su tarea a tiempo.
En el ámbito nacional, los datos también hablan por sí solos. Estudios como la Radiografía Laboral elaborada por el Consejo Nacional de Rectores (Conare) muestran que los graduados en carreras con fuerte componente matemático, como las STEM, acceden con mayor rapidez y mejores condiciones salariales al mercado laboral. Una educación matemática sólida es una política pública esencial para el desarrollo sostenible y la equidad.
Nuestro sistema educativo necesita una transformación tan profunda como urgente en la manera en que se enseña, se aprende y se perciben la matemática. No se trata de reformar otra vez el currículo, sino de garantizar condiciones para que este pueda aplicarse con éxito. Se requiere continuidad pedagógica, fomentar una mejor formación docente, tiempo efectivo de clase, una estrategia nacional bien definida, pero, sobre todo, como dijo Cormman, que el gobierno tenga liderazgo y decida invertir. El futuro de miles de jóvenes lo reclama.
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