Publicado: 6 agosto 2025 a las 2:00 am
Categorías: Libros / Literatura
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Por Lucía Rubio Marcos
En un archipiélago que en 2024 superó los 18 millones de visitantes, emerge con fuerza una nueva generación de escritoras que desafía la mirada hegemónica que el turismo ha impuesto sobre Canarias, un territorio históricamente más vinculado al turismo de masas que a la producción cultural o la acción social.
Lejos del exotismo y de la postal turística, estas autoras proponen una narrativa crítica, atravesada por el género, la clase y la experiencia periférica. Desde el paisaje árido y aislante de Lanzarote hasta los barrios invisibilizados de Gran Canaria y Tenerife, sus relatos abordan temas como la infancia, la violencia estructural, la experiencia queer y el aislamiento emocional.
Escritoras como Lana Corujo (Han cantado bingo), Aida González Rossi (Leche condensada), Elena Correa (Niñas sucias) o Meryem El Mehdati (Supersaurio), entre otras, están trazando un mapa literario diverso y profundamente político. Todo ello en un contexto de efervescencia social en las islas, marcado por movilizaciones históricas como la del 20 de abril, que invitan a repensar nuevas formas de habitar y narrar Canarias.
Panza de Burro, la novela de Andrea Abreu —ya adaptada al teatro y traducida al inglés— marcó un punto de inflexión en el panorama literario de las islas. A través del retrato de las violencias de la infancia y el uso del habla popular, la obra desmantela la visión idílica del archipiélago y se convierte en un referente para una nueva generación de autoras cuyas voces comienzan a recibir atención en el ámbito nacional e internacional.
En este proceso, la labor de la editora y escritora tinerfeña Sabina Urraca, autora de títulos como El celo (2024) y Escribir antes (2025), ha sido clave para visibilizar a voces emergentes, y ha abierto espacios donde las narrativas insulares se muestran desde la complejidad, la crítica social y el relato íntimo.
Han cantado bingo (Reservoir Books, 2025) es la primera novela de la ilustradora y escritora canaria Lana Corujo, en la que ofrece una mirada tan poética como cruda de la infancia en Lanzarote. Narrada desde la perspectiva de dos hermanas, la historia transcurre durante los minutos previos a que su abuela regrese del bingo. Lo que comienza como una aventura inocente se termina transformando en un suceso traumático que marcará la forma en que la protagonista comprende el mundo.
A lo largo de la novela, la autora combina lo real con lo fantástico para construir un relato cargado de simbolismo:
“Creo que esto es muy común en Canarias, esa fantasía que se mezcla con el relato. Las historias que me contaba mi abuela han alimentado mucho esa parte de la imaginación más salvaje, que es la que más me interesa y la que siempre intento manifestar en mi creación artística”, expresa Corujo en una entrevista con Efeminista.
La narradora se distancia de cualquier mirada estereotipada del territorio. En su novela, lo insular se presenta con todas sus contradicciones, y el paisaje volcánico de Lanzarote funciona como una metáfora del aislamiento tanto físico como emocional que atraviesan las protagonistas.
Asimismo, subraya la importancia de desromantizar la infancia como forma de abrir nuevos espacios para abordar los malestares contemporáneos. Para ella, volver a la infancia es una forma de exploración personal.
“Siento que la infancia es un terreno fértil donde vamos sembrando experiencia. No puedo desligar a la niña que fui de la adulta que soy”, confiesa.
Foto de Lana Corujo en el Parque del Retiro (Madrid). EFE/ Lucía Rubio
Corujo insiste en la necesidad de romper con las postales prefabricadas de Canarias, tanto las turísticas como las literarias: “Me gustaría mucho que esa postal que armamos en un momento de Canarias se pudiese romper, pero no crear otra postal literaria idéntica en discursos”, señala.
En esa pluralidad de miradas destaca la obra de autoras como Meryem El Mehdati, quien en Supersaurio (Blackie Books, 2022) plantea una crítica al turismo desde una perspectiva feminista y decolonial. También menciona a Carlos Alayón, Juli Mesa y Ale Coello, cuyas obras, considera, expanden el mapa literario insular.
“Canarias son ocho islas y dentro de esas ocho islas hay muchísimas diferencias”, reivindica.
La escritora alude a su experiencia en Lanzarote, donde los problemas de acceso a la vivienda, la educación o los servicios sanitarios obligan a muchas personas a desplazarse a las islas capitalinas para recibir atención especializada.
Frente a este panorama, celebra que desde la cultura esté emergiendo un discurso que, lejos de homogeneizar, abre espacios para múltiples realidades insulares: “Me alegra mucho que este discurso de cuidar Canarias se esté levantando desde ámbitos culturales como la música, la literatura o la acción social”, indica.
Elena Correa debuta como narradora con Niñas Sucias (Los Aciertos, 2024), un libro de relatos atravesados por la maternidad, la infancia y distintas formas de violencia, en los que niñas y mujeres condicionadas por el entorno enfrentan situaciones de peligro, soledad o precariedad: “Lo principal es la violencia en este libro, no solo la violencia física, sino la violencia simbólica“, señala en una entrevista con Efeminista.
Correa reconoce que haber transitado la infancia y la adolescencia como mujer ha sido clave a la hora de construir estas historias, así como las experiencias de amigas, madres y abuelas conocidas: “Siento que todas esas situaciones me atraviesan de una forma u otra”, reconoce.
También reflexiona sobre cómo la imagen de Canarias se ha construido a través de estereotipos simplistas comúnmente relacionados con el paisaje o el clima, sin detenerse en lo que realmente supone crecer o vivir en las islas, especialmente para las mujeres y niñas.
“A mí me interesaba narrar Canarias desde mujeres y niñas en los márgenes, con un enfoque del espacio y el turismo desromantizado”, defiende la autora.
Foto de Elena Correa sujetando un ejemplar de Niñas Sucias (Madrid). EFE/ Lucía Rubio
Correa, que actualmente reside en Madrid, establece además un paralelismo entre la idealización de las islas y la de la gran ciudad: “La ciudad también es un entorno donde las mujeres probablemente se sientan bastante solas y donde la violencia es muchísimo más evidente”, destaca, resaltando su preocupación por la vejez y la salud mental en los entornos urbanos.
Desde esta doble mirada que también se refleja en sus relatos, que van desde infancias rurales hasta experiencias de camareras de piso o mujeres mayores aisladas, la autora destaca que Canarias atraviesa un momento político y social en el que se está poniendo en valor tanto el lenguaje como la cultura del archipiélago.
“A mí me da la sensación de que, como sociedad, estamos volviendo mucho a la raíz. Estamos reivindicando muchas cosas que antes no reivindicábamos”, afirma, y critica que “se nos ha vendido, y hemos sido, otro tipo de entorno menos asociado a la cultura y más al sector turístico”.
Frente a esa visión reduccionista, celebra que se esté produciendo un despertar colectivo:
“Me parece que estamos atravesando un momento de lucidez muy bonito, y me siento muy orgullosa de ser partícipe, en cierta forma, de este movimiento social”, celebra.
Desde la voz de una niña de 12 años, Leche Condensada, la primera novela de Aida González Rossi, narra la historia de Aida quien, tras el divorcio de sus padres, se ha mudado a El Médano, en Tenerife. Publicada por Caballo de Troya en 2023, la novela, que para la autora “trata sobre las cosas que no sabemos contar”, retrata la pérdida del paraíso infantil.
La autora aborda temas como la infancia queer y la salud mental, y retrata la violencia de forma innovadora, sin caer en lo explícito: “Intenté que la novela, a pesar de tratar un tema bastante oscuro, jugase todo el rato con la luminosidad, como las amigas, el afirmarse en el crecer… eso que de alguna forma mitiga la sombra”, explica en una entrevista con Efeminista.
Para ella, escribir desde la infancia y el dialecto es también una forma de reapropiarse de su propia voz como canaria:
“El proceso de escribir desde el dialecto y desde una mirada ultralocalista tiene mucho que ver con haber crecido mirando hacia fuera, hacia un supuesto centro, impostando una forma de hablar de lo propio para que lo entienda todo el mundo”, pone de relieve la aurora.
Foto de Aida González Rossi en la librería Mujeres & Compañía (Madrid). EFE/ Lucía Rubio
Asimismo, González Rossi reivindica la importancia de romper con esa mirada impuesta, y destaca cómo el feminismo le ha impulsado a apropiarse del lenguaje y llevarlo a su terreno: “Entendí que puede ser mío el lenguaje, que me lo puedo apropiar y que muchas veces para llegar a ciertos rincones hay que estirarlo como una plastilina”.
También reflexiona sobre las exigencias que recaen sobre las voces canarias en la literatura: “Muchas veces pedimos algo muy concreto de una voz canaria, y al final eso no deja de ser una voluntad capitalista de hacerlo todo de una misma estantería”, declara.
“Creo que hay muchas cosas que contar en Canarias que se salen de los discursos puristas y de los discursos fáciles. Muchas veces los discursos fáciles no es que sean fáciles, es que son discursos que ya están establecidos”, añade la escritora y periodista.
Por último, celebra el reconocimiento de las narradoras canarias en el ámbito nacional e internacional, pero señala la importancia de dar visibilidad a la poesía escrita en Canarias, aún relegada casi exclusivamente a los circuitos literarios insulares: “Creo que Canarias siempre ha sido como una tierra de poetas y ahora mismo hay mucha gente haciendo cosas increíbles, como María Gómez, Sofía Hidalgo o Andrea Sánchez Villamandos. Creo que es una tarea pendiente, ir a leer a poetas canarias también, no solo a las de ahora, también a las de antes”, concluye.
Fuente: https://efeminista.com/voces-enraizadas-escritoras-canarias/
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