Publicado: 11 julio 2025 a las 2:00 am
Categorías: Libros
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Por Almudena Orellana
Hace 65 años, el 11 de julio de 1960, la escritora estadounidense Nelle Harper Lee publicó su primera novela, Matar a un ruiseñor, donde narró, a través de los ojos de una niña llamada ‘Scout Finch’, el racismo estructural, la segregación racial y el odio al diferente imperante en la sociedad patriarcal y conservadora de Estados Unidos.
El marco temporal de la obra –por la que recibiría el Premio Pulitzer en 1961–, sin embargo, se sitúa en los años treinta, durante el periodo de la Gran Depresión, protagonizado por la gran crisis económica que siguió al crack del 29 y dejó a millones de personas sin empleo ni recursos con los que subsistir dignamente.
Un contexto en el que el racismo se intensificó cada vez más, pues muchos creyeron que denostar al ‘diferente’ podría ser una forma de mantener el orden social y combatir la pobreza. Un eco que, 65 años después, la extrema derecha ha vuelto a poner de actualidad con sus discursos racistas.
Así, los hombres blancos que se encontraban sumidos en la pobreza, a menudo con graves problemas de alcoholismo, comenzaron a aumentar el hostigamiento y el odio hacia las personas negras hasta casi deshumanizarlas. Un odio y una sinrazón que la escritora convirtió en el lema principal de Matar a un ruiseñor, cuyo eje central es el juicio contra Tom Robinson, un campesino negro acusado de violar a una joven del ficticio pueblo de Maycomb, en el estado de Alabama.
Harper Lee supo reflejar todas aquellas opresiones en su novela de manera magistral, a través del ambiente seco y polvoriento del desierto de Alabama, y convirtió su libro en un manifiesto en defensa de los inocentes y en plena lucha por los derechos civiles en EE.UU., liderada por referentes como Martin Luther King.
En Matar a un ruiseñor, Harper Lee realizó un fantástico análisis sobre la situación de las mujeres de la época a través de dos personajes principales: Scout, la niña protagonista y narradora de la historia, y Mayella Ewell, hija de un vecino problemático del pueblo llamado Bob Ewell y supuesta víctima de la violación.
La autora, que escribió la novela a través de su propia experiencia de infancia como hija de un abogado, que daría forma al personaje de Atticus Finch, muestra a una niña poco común que rechaza constantemente los vestidos que su tía le prepara, o se enfada al ver cómo todos pretenden que se comporte como ‘una señorita’.
Escena del interior de ‘Matar a un ruiseñor’ (la novela gráfica) ilustrada por Fred Fordham y editada por Random Comic. Cortesía de Penguin Tandom House.
Y es que Scout tan solo quiere descubrir, satisfacer su constante curiosidad y vestir cómoda para moverse y jugar con su hermano y su amigo Dill.
Una rebeldía que sitúa a Harper Lee como pionera en la ruptura contra los cánones establecidos para la feminidad por el puritanismo americano, y que la autora refuerza incluso en su nombre, ‘Scout’, tradicionalmente asociado a los niños.
Por eso muestra a una pequeña que se empeña en trepar, ensuciarse, explorar y cuestionarlo todo, desarmando así las expectativas injustas que pesaban sobre las niñas de la época y abriendo una disidencia totalmente rompedora que define el feminismo de la autora y que pudo marcar su propia educación.
La aclamada escritora hablaría poco tiempo después sobre la gran influencia que ejercería su padre en ella en una entrevista al locutor de radio Roy Newquist en Nueva York (realizada en 1964 y publicada por la Universidad de Ucla tras su muerte en 2016): “Atticus no es idéntico a mi padre, pero sí se parece a él en su sentido moral, en su paciencia y en la forma de tratar a sus hijos.”
Aunque Harper Lee retrató a personajes más tradicionales y esporádicos, como el de Calpurnia o la tía Alejandra, el personaje femenino adulto más crucial es el de Mayella Ewell, una mujer blanca que denuncia haber sido violada por Tom Robinson y que vive sumida en la pobreza bajo la continua vigilancia de su padre.
Mayella es también una víctima, a pesar de que su falsa acusación decide el destino terrible de Tom –asesinado al intentar escapar–, y con ella la autora quiso denunciar la opresión que sufrieron las mujeres al margen de su color de piel. Porque a ellas la sociedad les negaba el derecho a decidir sobre sus sentimientos, cuerpos y deseos, como el de acercarse a Tom, un joven empático que se solidariza con ella y la ayuda siempre que puede.
Escena del interior de ‘Matar a un ruiseñor’ (la novela gráfica), ilustrada por Fred Fordham y editada por Random Comic. Cortesía de Penguin Tandom House.
Como recuerda Atticus a su hija, “Nunca entiendes de verdad a una persona hasta que ves las cosas desde su punto de vista. Hasta que te pones en su piel y la sientes como propia”. Frase que los hermanos no comprenden hasta el final, cuando conocen al misterioso y también inocente Boo Radley, un ‘ruiseñor’ que les salva la vida.
Un ‘ponerse en los zapatos de los demás’ que finalmente no hace Mayella con Tom, pues se ve superada por el sentimiento de culpa y la vergüenza que el patriarcado le ha hecho sentir, quedando atrapada en su mentira y en el hogar de su violento padre, incapaz de decidir por sí misma y sucumbiendo a su control.
Y es que, en 1933, que una mujer blanca desease o besase a un hombre negro, como plantea el libro, era casi un crimen contra el orden racial y patriarcal, máxime para un padre como Bob, racista y capaz de maltratar y atemorizar a su propia hija.
En 1962 el libro se convirtió en una película protagonizada por Gregory Peck en el papel de Atticus, ganadora de tres Óscar. Un film, dirigido por Robert Mulligan, que dejaría imágenes impactantes para la historia, como la que muestra a los vecinos negros de Maycomb subiendo hasta la parte superior del tribunal para presenciar el juicio sin ‘incomodar’.
En aquella época, las personas negras tenían que situarse en zonas delimitadas, norma que, tan solo cinco años antes del libro, rompería Rosa Parks en un autobús en Montgomery (Alabama), negándose a ceder su asiento a un blanco.
Casualmente, en 1919, el padre de Harper Lee (Amasa Coleman Lee), legislador y abogado, tuvo que defender a dos negros acusados de asesinato, perdiendo más tarde el caso a pesar de su esfuerzo. Algo que inspiraría a la autora, al igual que su honestidad, su trato igualitario hacia todas las personas y su tenacidad, como retrata en el libro: “El simple hecho de saber que hemos perdido la batalla de antemano no es razón para que no intentemos vencer”.
Hoy, 65 años después, la obra sigue recordando que matar a un ruiseñor es destruir la inocencia, la compasión y la justicia, valores que tan bien encarnan los hermanos protagonistas de la historia, Scout y Jem. Por ello es la niñez el vehículo a través del cual Lee narra su canto contra el racismo, el machismo y la violencia, odios capaces de destruir por completo al ser humano, como a Boo y Tom.
Porque, como reza la vecina señorita Maudie en la obra, “Lo único que hacen los pájaros es cantar para alegrarnos. No se comen los huertos ni anidan en los graneros de maíz. Lo único que hacen es cantar para nosotros. Por eso es pecado matar a un ruiseñor”.
Fuente: https://efeminista.com/matar-ruisenor-65-anos/
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