Publicado: 15 agosto 2025 a las 4:00 am
Categorías: Literatura
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Por Almudena Orellana
Se cumplen 118 años del nacimiento de Carmen Conde, la mujer que rompió el techo de cristal de la Real Academia Española y consagró su vida a abrir un espacio para las mujeres en la literatura. Un buen momento para recordar a una de las voces más comprometidas de la poesía española del siglo XX, pionera del feminismo literario.
Su legado, profundamente lírico y político, sigue vivo en su ciudad natal, Cartagena (Murcia), donde nació un 15 de agosto de 1907. Allí transcurrió su infancia, una etapa que forjó su sensibilidad y la acompañó a lo largo de toda su vida.
Para el académico Rafael Alvarado, uno de sus grandes amigos, fue una mujer “entrañable” y con una gran voz lírica, no solo en verso sino también en prosa. “Tierna y profunda, de eterna sensibilidad y cargada de los recuerdos de su niñez” (EFE, 1996).
Conde comenzó a publicar artículos en la prensa española a los 15 años –en diarios como El Lunes o El Imparcial–, mostrando una precoz vocación literaria. Era una “luchadora nata”, en palabras del poeta Vicente Aleixandre, así como una “rompedora de la escritura femenina de la España de posguerra”, según José Agustín Goytisolo. Ambas, declaraciones recogidas por EFE en 1996 con motivo del fallecimiento de la autora.
Tras graduarse en Magisterio llegó su primer libro de poesía, Brocal (1929), con el que comenzó una trayectoria marcada por la defensa férrea de la presencia de las mujeres en el mundo de las letras. Y es que Conde creía firmemente que la mujer tenía una voz singular que debía ser respetada y leída con igual legitimidad que la de sus compañeros varones, y a defenderlo dedicó buena parte de su vida y obra.
En 1930, junto a su marido, el poeta Antonio Oliver Belmás, fundó la Universidad Popular de Cartagena. Después, junto a Miguel Hernández, Ramón Sijé y Belmás, fundó también la revista de creación literaria El Gallo Crisis (1934), un proyecto educativo y cultural que fue un hito en la educación libre durante la Segunda República y hasta 1936.
Sin embargo, tras la Guerra Civil todo cambió para Carmen Conde de manera drástica, al igual que su escritura, marcada desde entonces por obras llenas de angustia y dolor, como Mientras los hombres mueren o El Arcángel (1939). Incluso tuvo que adoptar el seudónimo de “Florentina del Mar” para publicar sus novelas, relatos, cuentos infantiles, biografías y ensayos. Sin duda, una forma de refugio creativo para seguir escribiendo en un entorno marcado por la opresión.
Fotografía de archivo de Carmen Conde en su domicilio en Madrid, el 9 de febrero de 1978. EFE/aa
Años durante los cuales mantuvo estrechos vínculos con figuras claves del panorama literario español, como Torcuato Luca de Tena, director de ABC que apoyó su candidatura a la RAE, o la escritora Elena Quiroga, que se convirtió años después en la segunda mujer académica. Lazos que fueron fundamentales para el sostenimiento de la figura de Conde en lo más alto del panorama literario, aún dominado por los hombres.
Andrés Sorel, escritor y fundador de la Asociación Colegial de Escritores, destacó “su altura cultural y su compromiso con la democracia, la causa republicana y los valores de la Institución Libre de Enseñanza”, recalcando también su intensa lucha por la independencia de la mujer y su batalla durante el franquismo por los valores democráticos” (EFE, 1996).
A pesar de las dificultades, su obra siguió impregnada de una innegable lucha feminista, consolidándose como una mujer rompedora en la vida y la escritura de su época. Para autores como José Agustín Goytisolo, Conde despertó su interés por un mundo femenino que consideraba “más rico, sutil e inteligente que el masculino”.
En 1978 Carmen Conde dio un paso más allá y rompió una barrera de casi tres siglos al convertirse en la primera mujer elegida para ocupar un sillón en la Real Academia Española. Su elección, calificada por el escritor Francisco Umbral como “acertadísima” y “muy oportuna”, fue un reconocimiento a su trayectoria y una victoria para la visibilidad de las mujeres en el ámbito intelectual. Conde derribó así un gran techo de cristal: el de acabar con la completa masculinización de una institución histórica.
Fue “una poetisa muy interesante, densa, rica, tupida, hermética y una mujer muy inteligente, culta y serena”. Palabras del escritor Francisco Umbral recogidas por EFE en 1996.
Conde, que también obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1967, y en 1987 por su literatura infantil y juvenil, ocupó finalmente el sillón “K” de la RAE que había dejado vacante el literato Miguel Miura. En su discurso de ingreso, titulado Poesía ante el tiempo y la inmortalidad, pronunciado el 28 de enero de 1979, afirmó:
“Si de la memoria «solo vale el don preclaro de evocar los sueños», cuando suscito los míos resalta mi entrega a la Poesía. Desde la infancia, «tan lejos como vaya mi recuerdo, he buscado siempre lo que no cambia, he deseado lo eterno» (…) Sin ella me hubiera sido imposible vivir”.
Aquellos reconocimientos –otorgados entre el final de la dictadura y el comienzo de la democracia– impidieron que se borrase su estela literaria, poniendo fin a décadas de silenciamiento. Posteriormente, tras su muerte, el 8 de enero de 1996, el sillón “K” de la Real Academia Española pasó a la también escritora Ana María Matute (1998), cerrando un círculo de legado femenino iniciado por Conde.
Foto de archivo de la escritora Carmen Conde durante un acto en la Real Academia de la Lengua (RAE). Madrid, 25 de febrero de 1982. EFE
Además de por el feminismo y la necesidad de visibilizar a las mujeres en la esfera literaria, la obra de Carmen Conde estuvo también muy influenciada por sus grandes amistades y tertulias, mantenidas con personajes de la talla de Vicente Aleixandre. Así, ella misma se definiría con las siguientes palabras: “una muchacha que llegó a la literatura con la tremenda suerte de almorzar un día con Gabriel Miró y cenar con Juan Ramón Jiménez” (EFE, 1996).
Más tarde, en 1994, y por expreso deseo suyo, la escritora legó su patrimonio literario –incluyendo su biblioteca y archivo histórico– a su tierra, Cartagena (Murcia), así como una valiosísima correspondencia con figuras como Miguel Hernández o Rubén Darío, ambos grandes amigos, al igual que Vicente Aleixandre.
Una donación que también incluyó una parte del archivo de Rubén Darío, cedido probablemente por su viuda, Rosario Murillo, a la cual acogieron Conde y su marido en casa tras el fallecimiento del poeta y escritor nicaragüense, según palabras de Francisco Umbral a EFE en 1996. Un legado que se instaló en el centro cultural “Ciudad de Cartagena” y al que se sumó la creación de un patronato, dedicado a difundir su obra y la de su esposo, con el fin de preservar su memoria y su trabajo para las generaciones futuras.
Fotografía de archivo de la escritora Carmen Conde tras ser elegida miembro de la Academia de la Lengua. Madrid, 9 de febrero de 1978. EFE
Carmen Conde falleció el 8 de enero de 1996 a la edad de 88 años, tras unos últimos años alejada de su trabajo y de todo tipo de vida social debido al alzhéimer, que la iba “deteriorando de forma lenta y penosa”, según declaraciones de su secretaria Carmen Martín a EFE el mismo día de su muerte.
“La Poesía, desinteresada de cuanto pudiere enturbiar su luz, es el ahora de todos los sueños, la constancia cordial de la vida viva”, palabras de la escritora en su discurso de toma de posesión del sillón ‘K’ en la RAE el 28 de enero de 1979.
Fuente: https://efeminista.com/118-anos-carmen-conde/
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